martes, 23 de noviembre de 2010

Esperando y Agradeciendo…



Como todos los años, este 24 de noviembre celebramos en los Estados Unidos el día de la ACCION DE GRACIAS. La observancia de esta fecha hace memoria del encuentro entre dos culturas en suelo norteamericano: la europea y la nativa indígena norteamericana. La rutina y la obviedad de esta conmemoración puede ocultar la importancia del mensaje que esta fiesta transmite: DAR GRACIAS, AGRADECER.

En esta transición de la modernidad a la posmodernidad, inundados de ciencia, de técnica, de la fuerza y la prepotencia que producen el dinero y las armas, fácil es que el ser humano pierda la capacidad de agradecer que, por otra parte, significa también perder la capacidad de ser feliz. Pues es feliz el hombre que al abrir los sentidos a cuanto es y cuanto lo rodea, que al contemplar el milagro cotidiano y las maravillas que rodean la existencia humana es capaz de agradecerlo todo como un don, como un regalo.

Hoy, corremos el riesgo de creer que tenemos y alcanzamos porque podemos, tenemos, compramos, negociamos, merecemos, luchamos y lo logramos; todo lo cual oculta la experiencia de la vida humana como un don gratuito. Agradecer supone contemplar, supone admirar, supone capacidad de maravillarse pero implica – en consecuencia – la responsabilidad de construir comunidades humanas en las que todos – y no solamente unos pocos – tengan motivos y oportunidades para agradecer siempre y no sólo el día de ACCION DE GRACIAS.

En esa paradoja que es el ser humano, en esa complejidad y multiplicidad de dimensiones que lo constituyen y definen como misterio, como ángel y bestia, es decir, capaz de enormes vilezas y de grandes heroísmos, un acontecimiento nos ha unido en estos días a todos los hombres y mujeres, de todas las procedencias de la tierra: el rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en su lugar de trabajo. Un acontecimiento que contó con el seguimiento y cubrimiento - segundo a segundo - de los más importantes medios de comunicación del mundo, y que para lograr su cometido contó con el auxilio de lo mejor de la ciencia y de la técnica para estos casos, con la solidaridad del orbe y con las plegarias de todos.

El nombre del campamento que en la superficie de la mima se improviso: ESPERANZA, describe de la mejor manera lo que el acontecimiento significa para la humanidad en esta coyuntura de tantos cambios, de tantas convulsiones, de tantas contradicciones, de tantas carencias, de tantas urgencias en todos los órdenes y en todos los rincones de la tierra.

El rescate con vida de los 33 mineros, gracias al esfuerzo mancomunado de todos, nos habla de la grandeza de la que es capaz el ser humano cuando desata hacia fuera lo mejor de su humanidad que es profunda divinidad: la imagen e impronta de Dios creador en su creatura y nos habla también de esperanza aun cuando - como dijera el apóstol – no aparecen ni son tan evidentes los motivos para seguir esperando.

Más que eso, los mineros rescatados, sus familias, la nación chilena entera y todo el que siguió el suceso desde el accidente hasta su feliz culminación han expresado una ACCION DE GRACIAS A DIOS el dador de la vida y de quien deriva todo lo bello, lo bueno, lo noble y lo perfecto

A qué se debe que el rescate de los 33 mineros chilenos y un boliviano conmovió a la gran familia humana? A que - hastiados de guerras, de hambrunas, de corrupción administrativa, de inmoralidad de toda índole, de muros, de terrorismo, de fraudes y crisis económica, etc. - en mucho tiempo la humanidad no conocía epopeya igual de la nobleza humana y que ennoblece al género humano.

Esta tragedia con su colofón feliz ha forjado una leyenda extraordinaria en la que todos nos identificamos porque en todos palpita innata, natural y creaturalmente la tendencia divina a la vida, a la libertad, a la justicia, a lo grande, a lo noble. El desierto de Atacama en Chile es hoy signo y símbolo de lo que pueden la unión, la oración, la esperanza, la gratitud y lo mejor del ser humano.

Antes de este hito histórico nadie soñó por estos días que en una cultura relativista, individualista, pragmática y hedonista como la nuestra pudiera escribirse una epopeya que nada tiene que envidiar a las grandes escritas por héroes de tiempos remotos. Uno de los mineros dijo: “Estuve con Dios y con el diablo y me he peleado. Me ganó Dios, me agarré de la mejor mano y en ningún momento dude que Dios me iba a sacar…”. Al final, el jefe de las operaciones de rescate y salvamento fue el que los mineros reconocieron en sus camisetas con esa leyenda que no podremos olvidar: “Gracias Señor!”

Así, en este DIA DE ACCION DE GRACIAS podremos decir en familia: “Gracias a Dios, gracias a los mineros y a Chile por recordarnos la nobleza sublime de pertenecer al género humano, la grandeza de ser personas y la dignidad de ser hijos de Dios, hermanos de todos”.