sábado, 30 de noviembre de 2013

Adviento: La Espera de la Esperanza


Con el tiempo de adviento comienza otro año en la vida litúrgica de los católicos. Adviento es vocablo latino que significa espera de lo que ha de venir, expectación de algo que está en advenimiento, de lo que llega, de lo que vendrá y plenificará el presente.

Que sería de la vida del ser humano sin la esperanza! Naufragaríamos en el mar de la incertidumbre, del sufrimiento, del dolor, del mal, sin que nada nos alentara a seguir confiando, luchando, trabajando, proyectando, amando, confiando, creyendo, esperando…

Los cristianos somos, esencial y fundamentalmente, hombres y mujeres de esperanza. Es decir, hombres y mujeres que viven en permanente adviento: en la espera de que el nacimiento de Dios llegue en la navidad, en la espera de los encuentros cotidianos con Dios mediante su creación, mediante el hermano especialmente el más pobre, mediante la liturgia, mediante los sacramentos, mediante tantos signos y circunstancias que Dios se nos acerca y viene a nuestro encuentro cada día. El cristiano vive en la espera de que las promesas de Dios lleguen a su cumplimiento, que el Reinado de Dios triunfe sobre el reinado del mundo, que la misericordia de Dios triunfe sobre el desamor y que el poder de Dios venza sobre los podercitos mezquinos del hombre.

Pero el cumplimiento de estas esperanzas, para que - como dice el salmo del adviento – en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente, exige que los cristianos construyamos, con nuestros hechos y palabras, con nuestros anuncios y denuncias, nuestros comportamientos, actitudes y trabajos, espacios y tiempos en los que la esperanza cristiana sea posible, es decir, espacio-tiempos en los que el Reinado de Dios se haga presente por medio nuestro.

Así, la esperanza que esperamos nos saca de una actitud resignada y pasiva y nos mueve a construir la esperanza que esperamos, el cielo y la tierra nueva que anhelamos. Más aún, el cristiano sabe que las esperas cotidianas de felicidad se plenifican sólo en nuestra esperanza: Cristo y su vida en nosotros. La esperanza cristiana no es una esperanza que se agota en las satisfacciones temporales y efímeras sino que empuja todo nuestro presente hacia un futuro plenificador y totalizante en Dios.

Adviento, este tiempo litúrgico que antecede a la espera de la navidad, es - más que un tiempo litúrgico - una actitud de vida y un compromiso personal y comunitario del creyente y de los que en Iglesia creemos en el Evangelio de Jesucristo y de un mundo en el que lo divino nazca, aparezca y se manifieste en lo más humano y cotidiano de nuestra historia presente.

De esta esperanza que no se agota en el día a día, de la esperanza que anima todos nuestros instantes, de la esperanza infinita y sin condiciones, de la esperanza que no pasa y no muere, de la esperanza que nos abre al mas allá de esta intrahistoria limitada, de la esperanza que vence toda forma de mal, de dolor y de muerte nos habla la liturgia en este tiempo de Adviento.

Hoy más que nunca urge vivir el espíritu del Adviento. Nos circundan por todas partes manifestaciones de crisis: crisis del espíritu humano, crisis de logros que otrora soñó la humanidad, crisis de confianza en lo que puede el hombre y sus instituciones, hay crisis de confianza en los gobiernos, en los regímenes, en los modelos políticos y económicos, hay desconfianza entre los pueblos y las naciones, hay incredulidad en los lideres espirituales, hay desilusión, hay desesperanza porque hay hambre y mil formas de inequidad, de injusticia, de violencia y de muerte. Hay un sentir colectivo según el cual nuestro presente es de no-futuro. Hay incertidumbre, hay pérdida del sentido de la vida, hay angustia, vivimos tiempos difíciles en todos los ámbitos del quehacer humano y sin embargo, la liturgia católica, en este tiempo de Adviento nos invita, una vez más, a la espera de la Esperanza, al compromiso y construcción de tiempos mejores…

La esperanza que nos  da la elección del Papa Francisco, nos alienta a mirar hacia un futuro nuevo para nuestra Iglesia y la sociedad. El Obispo de Roma nos alienta, nos anima y nos motiva a trabajar con renovado entusiasmo en la construcción del Reino.

Deseo a todos que este Adviento 2013 nos llene de esperanza, de un aliento siempre renovado para hacer posible nuestra Esperanza: el Evangelio de Jesucristo entre nosotros, vivido y anunciado por nosotros, para la construcción de un mundo mejor, más justo, más humano y con ello más según el querer de Dios.

domingo, 24 de noviembre de 2013

La Memoria del Corazon



Cada año, cuando llega el Día de Acción de Gracias, evoco el episodio aquel del evangelio en el que sólo uno de 10 leprosos curados, un extranjero, regreso a Jesús para agradecerle la curación y para dar gloria a Dios. 

La tradición histórica de esta Nación nos invita un día cada año a dar gracias. Es la fiesta, sin duda, que más congrega, la más familiar y la más nacional de todas las celebraciones en los Estados Unidos. La tradición de esta fiesta se remonta a una gesta histórica que no todos conocen pero que la mayoría celebra, porque la actitud y la acción de ser agradecido y de dar gracias es una tendencia profundamente humana y, por ello mismo, profundamente divina.

Los cristianos tenemos en la eucaristía la fuente, el fundamento, el principio y el fin de la vida cristiana. El vocablo griego eucaristía significa, precisamente, acción de gracias. Es decir, que la postura más auténtica y genuinamente cristiana es la de vivir dando gracias a Dios que nos da todo cuanto somos y tenemos gratis.

En la actual llamada sociedad de consumo, el privilegio que le damos al dinero y al tener sobre el ser nos impide recordar siempre y en toda circunstancia que no somos auto-suficientes, que no nos auto-abastecemos a nosotros mismos, que otros trabajan para darnos los bienes y servicios de los cuales disfrutamos, que todos necesitamos de todos para vivir, que somos, además de animales racionales, seres profundamente solidarios en el bien y en el mal, seres sociales y que, como hombres y como creyentes, estamos insertos en la obra creadora cuya dinámica es la de servir.

La toma de conciencia de nuestro ser social y de nuestro protagonismo en medio de una creación en la que todo sirve ha de ayudarnos a vivir cada día en actitud de servicio y de agradecimiento.

Es la capacidad de abrir nuestros sentidos y de tomar conciencia de todo cuanto somos y tenemos lo que permite la acción de gracias. La consecuencia de esta toma de conciencia agradecida no se deja esperar: el ser humano agradecido es un hombre o mujer alegre, confiado, humilde, esperanzado… en esa presencia amorosa que nos circunda por todas partes a la que los cristianos llamamos Santísima Trinidad.

Cuando Jesús nos enseña a percibirlo todo como gratis, exhorta, al mismo tiempo, a darlo todo gratis. Es decir, que todo don recibido de Dios nos compromete a ponerlo y ponernos al servicio de nuestros hermanos en un estilo de vida que no consiste en acaparar egoístamente la vida sino en servirla a favor de todos especialmente de los más necesitados. La gratitud, el agradecimiento, entonces son actitudes que piden de cada uno de nosotros la construcción de espacio-tiempos en los que todos los seres humanos tengan la capacidad, la posibilidad y la alegría de agradecer. 

La gratitud es una actitud pero es, por ello mismo, un compromiso. Por ello, el día de acción de gracias agradecemos pero regalamos… Ojalá que, más que cosas, regalemos nuestro tiempo, nuestra presencia, nuestra vida y no sólo un día al año sino todos los días de nuestras vidas.

Que todos tengan un feliz día de acción de gracias. Que todos podamos agradecer siempre y ayudar siempre a que otros tengan motivos para agradecer siempre!