jueves, 16 de febrero de 2017

Prelado chileno facilita que personas con síndrome de Down sean productivas



EL PROYECTO comenzó hace dos años y ahora  crece como la espuma: Lavandería Industrial 21, una empresa de lavandería comercial operada por docenas de jóvenes con síndrome de Down. Localizado en Concepción, este inédito proyecto —el primero de su tipo en Latinoamérica— es una iniciativa del arzobispo Fernando Chomali, quien está al frente de la segunda diócesis más grande de Chile, precisamente en Concepción, en la parte central de ese país.

El arzobispo se inspiró en un proyecto similar impulsado en Chicago. Al día de hoy, docenas de jóvenes cuyas expectativas laborales eran nulas o muy limitadas han transformado sus vidas gracias a la oportunidad que Lavandería Industrial 21 les concedió para participar activamente en la fuerza laboral.  Sus clientes —hoteles, hospitales y restaurantes— están muy complacidos con su trabajo, el cual realizan con el auxilio de un moderno equipo de primera categoría.

Para la Iglesia chilena, Lavandería Industrial 21 es una prueba de la dimensión ennoblecedora del trabajo, de la dignidad del empleo productivo, todo lo cual concuerda con el núcleo de las enseñanzas sociales del catolicismo. Asimismo, este peculiar proyecto de creación de empleos en el sector de los servicios, desarrollado en colaboración con la Universidad Católica local, es un caso insólito en el que la Iglesia toma la iniciativa para fundar una compañía que atienda las necesidades laborales de los miembros más relegados y a menudo aislados de la sociedad. Lavandería Industrial 21 ha creado un molde que puede aplicarse de inmediato en cualquier otro lugar de Chile e, incluso, en todo el continente.

Para estos flamantes trabajadores —entre los que se hallan también jóvenes con autismo severo— el programa es una enorme oportunidad. El ambiente laboral crea un fuerte sentido de pertenencia, al tiempo que los mecanismos y la logística laborales los ponen en contacto de manera sistemática con personas de diversos sectores de la sociedad, quienes de otra manera no se preocuparían demasiado por las personas con síndrome de Down, y mucho menos interactuarían con ellos como trabajadores productivos que efectúan un servicio básico para los negocios locales.

El proceso es simple: un camión transporta hasta el establecimiento las toallas, los manteles y demás artículos que deben lavarse; los trabajadores los seleccionan con base en su color y textura, colocan el detergente en unas enormes lavadoras industriales, e inician el ciclo de lavado. Posteriormente, planchan y doblan con precisión los artículos recién lavados y los empacan para enviárselos de vuelta a los clientes.

En un entorno donde el sector de los servicios crece a pasos agigantados en todo el continente —y aun en el mundo entero—, al tiempo que las empresas más antiguas se transforman o están en franca decadencia, hay muchas oportunidades para el tipo de trabajo básico que el arzobispo Chomali ha impulsado para facilitar la contratación de estos jóvenes trabajadores tan severamente desfavorecidos y discriminados.

El servicio de calidad y la operación auto sustentable de Lavandería Industrial 21 generan ingresos que hacen viable la operación general de la empresa, permitiéndole hacer frente al pago de salarios o estipendios y a la inversión en equipo nuevo. Más que los dólares y centavos, lo relevante es el capital humano que se crea, impulsa y festeja productivamente.

Los jóvenes con síndrome de Down sufren demasiado a causa de las oportunidades que se les niegan para participar activamente en la sociedad. Sus dones particulares son el amor por el prójimo y el amor por la vida, mismos que anhelan poder expresar. Tener un empleo regular, convivir con colegas y sentirse productivos tienen un efecto transformador en sus vidas. Uno de estos trabajadores, Jesús Hermosilla, expresó esto de manera sencilla: «Me siento feliz de poder desarrollarme y de ayudar a mi familia, y de no sentirme más una carga para mis padres». Para la mayoría de ellos, es una gran alegría tener una razón para salir a diario de casa ¡con un propósito! La alegría de su compañerismo es tan evidente como contagiosa.

El arzobispo Chomali describió esta empresa como una oportunidad «para los jóvenes con limitaciones para trabajar y desarrollar sus aptitudes». El prelado añadió: «Nada es imposible: estos jóvenes pueden trabajar o proseguir sus estudios porque merecen que sus sueños se hagan realidad».

Pero el negocio de las lavanderías puede servir como trampolín para alcanzar nuevas y mejores oportunidades. El verano pasado, por ejemplo, el Arzobispo promovió a dos jóvenes —Patricio Cartes y María Soledad—, quienes habían trabajado dos años en Lavandería Industrial 21, para que se sumaran como trabajadores asalariados al área administrativa de la Arquidiócesis. Entre sus obligaciones están: acompañar a los visitantes a las oficinas diocesanas, entregar la correspondencia en distintas oficinas y, en especial, servir como personal de apoyo en el departamento contable. Patricio comentó que conoció a sus mejores amigos en Lavandería Industrial 21, donde lo que más le gustaba era «lavar y planchar».

La gerente de Lavandería Industrial 21, Pamela Cánovas, aseguró que ambos jóvenes «habían demostrado estar ampliamente capacitados para trabajar en la arquidiócesis». Y añadió: «Esperamos que en el futuro más jóvenes con síndrome de Down puedan involucrarse laboralmente, no sólo en la Iglesia, sino también en compañías privadas y en el sector público».

La inclusión de personas con limitaciones mentales o motrices en los flujos de trabajo y en la sociedad no es sólo una «idea agradable», dijo el arzobispo Chomali: «Lavandería Industrial 21 ha demostrado que esto puede ser una realidad; estos jóvenes han demostrado que pueden asumir responsabilidades laborales e integrarse a un centro laboral, con todo lo que ello implica, como apegarse a un horario y ganarse con esfuerzo su remuneración». 

En la arquidiócesis de Concepción, Chile, la Iglesia está abriendo un sendero completamente nuevo: ayudar a los jóvenes con síndrome de Down a satisfacer sus necesidades personales y profesionales por medios que no hace mucho parecían poco menos que impensables.