En nuestros Calendario, en nuestra manera de medir el tiempo, termina un año y comienza otro. Ocasión propicia para hacer un alto en el camino, para evaluar, para reflexionar sobre lo que dejamos atrás, para medir nuestra vida pasada, para sopesar nuestro presente y para calcular y prever nuestro futuro personal y comunitario.
Es tiempo de celebraciones: celebramos la vida que pasó, celebramos todo cuanto somos y tenemos en el presente pero, sobre todo, celebramos nuestras mejores aspiraciones para la humanidad entera.
Cada año llega con sus propias novedades y sorpresas tanto en el terreno individual y familiar como en el plano social, nacional y mundial.
Para el caso de quienes vivimos en los Estados Unidos de Norteamérica, el nuevo año 2008 nos involucra en una campaña y elección presidencial. No ignoramos que los resultados de dicha contienda política influyen no sólo en el ámbito local o nacional sino, sobre todo, a nivel internacional y mundial.
Este proceso electoral que se avecina está signado por un desgaste político y social que no tiene parangón en la historia reciente de esta Nación. La campaña por la presidencia ha comenzado tempranamente y será larga. Campaña electoral que - mal llevada y como otras tantas y en otras latitudes – puede atentar contra el valor de la política y de lo político, contra el valor de lo social y del bien común, contra el valor de la democracia y del servicio público y puede cansar y agotar a electores abrumados por la danza de los millones que se derrochan en publicidad mentirosa, nociva y en propaganda denigrante, difamadora y deformadora de la realidad.
Con todo, sin ignorar los grandes problemas que Estados Unidos enfrenta actualmente y la grave crisis institucional y económica en la que está sumido; sin olvidar tampoco las graves crisis institucionales y económicas que enfrentan el resto de la comunidad de naciones pero conscientes de que habitamos el País más influyente de la tierra, no podemos eludir la responsabilidad histórica, política y social de preguntarnos - en la alborada de un año nuevo - cuáles son nuestras más profundas y mejores aspiraciones y cuáles las más urgentes y convenientes para nosotros mismos y para el porvenir de la entera humanidad.
Urge, entonces, una participación en el debate público y en la elección política que sea activa, consciente, discernida, razonada, razonable, democrática y responsable. Participación que evite la politiquería, la demagogia, la mentira y la mezquina visión de intereses particulares en aras de la construcción y del servicio al bien social que es el bien de todos.
La Comunidad Hispana presente cada vez más y en números más crecientes en esta Nación puede y debe romper los esquemas tradicionales que han balanceado y repartido, hasta ahora, al quehacer político entre la derecha y la izquierda, entre conservadores y liberales, entre azules y rojos, entre demócratas y republicanos. La Comunidad Hispana tiene, aquí y ahora, la responsabilidad política de participar para plantear, para liderar, para reivindicar, para reinventar, para innovar, para promover y para elegir alternativas políticas distintas y mejores a las actuales. La Comunidad Hispana tiene en la actual coyuntura y circunstancias de esta Nación la ocasión impostergable, irrenunciable e intransferible de hacer la diferencia.
Mediante la participacóon política de la Comunidad Hispana, es tiempo de aclarar y terminar con la vergonzosa situación del proceso político migratorio en el que politiqueros y leguleyos han jugado y se han burlado de la esperanza y de las justas reivindicaciones de millones. Es tiempo de acabar con la situación humillante e indigna en la que viven millones de nuestros hermanos y hermanas migrantes indocumentados en esta Nación y más allá de nuestras fronteras.
Décadas después del aparente final de la guerra fría, de la caída del muro de Berlín, del derrocamiento de dictaduras y de sistemas políticos que son hoy mancha y verguenza en la historia de la civilización humana, nos encontramos, avergonzandos de nuevo, asistiendo a guerras, a la hostilidad en la frontera mexicoamericana, a la construcción de muros físicos y en el corazón de los hombres, a las persecuciones, a las exclusiones, a la marginación, a la explotación de individuos y pueblos, al racismo y a la discriminación alentada por los Medios de Comunicación Social y a tantas otras formas de injusticia que ensombrecen y empobrecen el espíritu humano.
Los que hundimos las raíces de nuestra fe en la mentalidad semítica y bíblica, sabemos que es en el entretanto del más acá, del aquí y del ahora, del espacio / tiempo histórico que inexorablemente pasa y que miden nuestros almanaques (kronos) en el que ocurre el tiempo de la actuación, intervención y salvación de Dios en la historia de los hombres (kayros). Que es en este tiempo (kronos) en el que construimos la soberanía de Dios entre nosotros (kayros) mediante el cumplimiento de su voluntad.
El final de un año y comienzo de uno nuevo es el tiempo propicio para que - mediante la participación política de la Comunidad Hispana - derribemos los muros y los mitos en contra de la migración hispana y para que exijamos el noble puesto que, por el pasado y el presente, nos corresponde en la construcción del futuro de esta Nación. Sólo así tendremos un próspero y bendecido 2008!