Mi cercanía a Monseñor O’Malley se remonta a los tempranos años 70’s, cuando él fungía como Director del Apostolado Hispano de la Arquidiócesis de Washington, D.C, entonces pastoreada por el Cardenal William Baum, de feliz memoria.
Desde entonces, la tarea pastoral del padre y luego obispo Sean O’Malley no ha cesado en el intento de abrir espacios evangélicos de compasión y de misericordia en la Iglesia Católica en los Estados Unidos para los más pobres de entre los pobres: los inmigrantes y, entre éstos, con especial cuidado, atención y dedicación, a los hombres y mujeres venidos de pueblos latinoamericanos.
En este empeño evangélico y pastoral porque los inmigrantes y - repito - especialmente los inmigrantes hispanos, encontrasen en la Católica a una Madre que los acoge, protege, defiende y representa en suelo norteamericano y, al mismo tiempo, que los inmigrantes católicos hispanos puedan reconocerse e identificarse como hijos y miembros, en igualdad de condiciones, de la Iglesia Católica que peregrina en los Estados Unidos, el padre Sean O’Malley empeñó sus mejores esfuerzos fundando el Centro Católico Hispano en la Ciudad de Washington, D.C. con sede en un vetusto edificio en el que, hoy recuerdo, intervenciones del padre O’Malley organizando huelgas y luchando para solicitar y lograr los servicios básicos y, en general, mejores condiciones de vida para los residentes de aquel edificio, en su inmensa mayoría, inmigrantes muy pobres.
Con este mismo espíritu, auténticamente evangélico y misionero, recuerdo al padre O’Malley aproximándose a la vida y a la dura realidad de las empleadas domésticas – provenientes en su mayoría de Centroamérica - que trabajaban en las embajadas acreditadas en Washington ante la Casa Blanca y la OEA y en las más diversas organizaciones nacionales e internacionales que en esa ciudad tienen asiento, para auxiliarlas y acompañarlas en su promoción y dignificación humana y en sus reivindicaciones laborales y sociales.
Las condiciones de vida de aquellas empleadas domésticas: maltratadas y sometidas a condiciones prácticas de esclavitud, ofrecían la ocasión para que el padre Sean O’Malley, en compañía de religiosas hispanas, organizara la defensa de sus derechos y la protección necesaria de aquellas mujeres frente a la explotación y en contra de los abusos e injusticia de los empleadores.
Estas primeras incursiones e inserciones en el mundo del inmigrante hispano permitieron al padre O’Malley descubrir un sin número de situaciones, de condiciones, de circunstancias y realidades que, por injustas e infrahumanas, reñían, y riñen aún hoy, con el evangelio de Jesucristo. Ungido por el espíritu del fundador de su comunidad religiosa: el poverello de Asís y movido por la misma compasión de el de Nazaret que se apiada de quienes viven como ovejas que no tienen pastor, el padre Sean O’Malley, se afanaba, y se afana hoy, porque los inmigrantes puedan conocer - para insertarse más y mejor - el estilo de vida de la sociedad en los Estados Unidos y la manera como funciona lo que podríamos llamar el “sistema” norteamericano
De manera casi anecdótica, estoy queriendo subrayar aquí dos rasgos ciertos y prominentes en la personalidad y en la vida del hombre y del cristiano Sean O’Malley:
- Su capacidad de compasión y de misericordia que – como el Maestro de Nazaret - lo ha movido a obrar siempre para solucionar la urgencia del hermano en necesidad y
- Su evangélica y franciscana opción por la vida en pobreza y dedicación pastoral a los más pobres, pequeños, marginados y despreciados de la sociedad.
Me parece que estos dos rasgos, compasión y pobreza, definen y explican suficientemente lo que ha sido la trayectoria vital y existencial de este hombre, de este amigo, de este hermano, de este sacerdote, de este obispo por el que hoy nos alegramos y con el que hoy agradecemos al Dios de la Vida abundante.
Para orientar a los inmigrantes hispanos en su proceso de adaptación e integración al modo de ser y hacer Iglesia en los Estados Unidos y, en general, a la sociedad norteamericana, el padre Sean O’Malley funda, en la Arquidiócesis de Washington, un programa radial y un medio de comunicación escrito aun vigente llamado El Pregonero. Estas fundaciones, que continuarán más tarde en las Islas Vírgenes, etc, nos descubren el permanente y creciente interés de Monseñor O’Malley por los Medios de Comunicación Social como instrumentos para la Evangelización, hasta llegar a ser el primer obispo en los Estados Unidos, y probablemente en el mundo, que mantiene comunicación con su grey mediante un “blog” personal.
La conmocionada y agitada situación vivida por los pueblos de América Latina en los 70’;s y 80’s: revueltas, golpes de Estado, revoluciones, etc., fue seguida con especial interés por el padre O’Malley quien, en sus homilías y celebraciones con los hispanos en la arquidiócesis de Washington, no omitió mencionar los abusos a los derechos humanos que, por entonces, se daban al sur del continente americano. Todo lo cual provocó desconfianza de parte de gobiernos y organismos latinoamericanos contra la persona y la tarea pastoral del padre O’Malley.
En estos “años calientes” en América Central (gobierno sandinista y guerra civil en El Salvador, etc.) el padre O’Malley viaja por Centroamérica y establece relación con líderes como el Cardenal Obando y Bravo en Nicaragua, Rivera y Damas y Arnulfo Romero en El Salvador y crea programas de cooperación pastoral con Iglesias particulares de América Latina, en pos de lograr más y mejor atención a los problemas y a las necesarias soluciones requeridas por los inmigrantes provenientes de aquellas naciones.
Al Cardenal Willam Baum lo sucede el bueno e inolvidable Cardenal James Hickey quien, como su antecesor, alienta la tarea pastoral y misionera del padre O’Malley y lo postula – hace ya cinco lustros - a la Santa Sede como Obispo.
En el año 1974 el padre O’Malley participa del Primer Encuentro Regional de Pastoral Hispana de la Región Nordeste de los Estados Unidos conformada por treinta y seis Diócesis. En esa ocasión y ante la presencia de los cardenales Baum de Washington, Kroll, de Philadelphia, Cooke de New York, Medeiros de Boston, Aponte Martínez de Puerto Rico como invitado observador y el Delegado Apostólico de la Santa Sede, Monseñor Jadot, el padre O’Malley propone la creación de una Oficina Regional para la Pastoral Hispana de la Región Nordeste con sede en la Ciudad de Nueva York. Este Centro Pastoral abre sus puertas el año 1976, oficina y centro pastoral del que fui su fundador y director por más de veinticinco años. A partir del Encuentro en mención, el padre Sean O’Malley resultó elegido Presidente de la Junta de Directores de la Oficina Regional del Nordeste y, al mismo tiempo, Presidente de la Asociación de Directores Diocesanos del Apostolado Hispano de la Región Nordeste de los Estados Unidos.
Bajo el liderazgo el padre O’Malley en estas posiciones del Apostolado Hispano, se establece una línea permanente de cooperación entre distintas diócesis de América latina y Oficinas del Apostolado Hispano del Nordeste con un importante intercambio de agentes para la evangelización (sacerdotes, religiosas), programas de de formación inter-cultural, abundante producción de materiales para la catequesis, la liturgia y la tarea evangelizadora y misionera entre los hispanos. También son de esta época la creación de la escuela de lenguas con la cooperación de la diócesis de Brooklyn y la publicación del primer leccionario oficial en español para el uso litúrgico en los Estados Unidos, así como la realización de los primeros estudios sociológicos sobre la integración hispana en la Iglesia de los Estados Unidos dirigidos por el padre Joseph Fitz Patrick y por el padre Roberto González, hoy arzobispo de san Juan en Puerto Rico
A los afanes sacerdotales y pastorales, hay que sumar las virtudes y logros intelectuales de Monseñor O’Malley. En esta materia hago notar su Doctorado en las lenguas portugués y español de la Universidad Católica de Washington, doctorado realizado a través del conocimiento en profundidad de las grandes obras de los más grandes en el mundo las artes y letras de América Latina.
De la autenticidad cristiana de Monseñor O’Malley, de su riqueza intelectual y espiritual, de su amistad, de su generoso y fructífero desempeño ministerial presbiteral y episcopal se han beneficiado, han sido bendecidos y pueden dar agradecido testimonio los destinatarios de su pastoreo en las diócesis que sucesivamente ha regentado: Islas Vírgenes, Fort River, Palm Beach y Boston.
En la figura de este humanista cristiano que es Monseñor Sean O’Malley, de este gran intelectual, destaca también, además de su gran amor por la Iglesia de la que es Cardenal y príncipe distinguido, un rasgo definitorio y definitivo: su gran amor y lealtad por sus amigos, entre lo que me cuento agradecido y bendecido.
Ad multos annos Monseñor O’Malley! Que Dios nos siga bendiciendo con la certeza de su amistad, con la alegría de su presencia, con la generosidad de su humanidad, con las luces de su sabiduría y con la misericordia y presencia de Dios en medio de nosotros, manifestada en su sacerdocio.