La gratitud es una postura antropológica, es decir, es una posibilidad que tiene todo ser humano una vez que es capaz de reconocer todo el bien que hay en él mismo y en todo lo que lo rodea.
El ser humano puede,
frente al bien que experimenta mientras vive, pasar desentendido por la vida,
puede reconocer dicho bien como mérito y conquista de sus propios esfuerzos
pero también puede reconocer una presencia gratuita y amorosa que provee de
bien la existencia humana.
Las sociedades y sus
correspondientes culturas pueden, por su parte, propiciar una formación
ciudadana en la gratitud o pueden no hacerlo.
En esta transición de
la modernidad a la posmodernidad, la cultura que nos circunda no es
precisamente una cultura propensa ni proclive a la gratitud ni a inculcar en
los seres humanos la capacidad de agradecer. Es, muy por el contrario, una
cultura materialista y consumista en la que se publicitan las conquistas de lo
que somos y tenemos, de lo que somos y de los bienes y servicios de los que
disfrutamos como logros que se deben en exclusiva al avance de la ciencia y de
la técnica o al avance y expansión globalizante del mundo del mercado y de la
capacidad adquisitiva de cada quien mediante el dinero.
Aquí radica la
importancia que el día de acción de gracias tiene en nuestra cultura
norteamericana como una oportunidad para recordar que podemos agradecer, que
podemos estar agradecidos por cuanto somos y tenemos, en medio de una sociedad
propensa a la opulencia, al lujo y al derroche, al confort y al despilfarro.
EL DIA DE ACCION DE
GRACIAS se constituye entonces en un hito anual en el que somos convocados a recordar,
vivir, festejar, compartir y expresar la esencia de nuestra humanidad: la de
ser agradecidos; y se constituye, además y por ello este día, en una tácita
pero festiva protesta contra la soberbia y la autosuficiencia.
Cobra más importancia
el sentido y significado de esta celebración norteamericana cuando sabemos que
esta fecha – que desplaza a millones para el encuentro festivo y agradecido con
sus seres queridos en el hogar y alrededor de la mesa - no está motivada por
tradiciones o instituciones religiones, por partidos políticos o ideología de
ningún tipo. Se trata sólo de vivir un momento en familia para reconocer la
necesidad que tenemos de dar gracias por los frutos que hemos recibido y – en
el caso del humanismo cristiano – para reconocer que esos frutos nos vienen de
Dios, del Creador, del Dios de la Biblia revelado por Jesús de Nazaret como
Padre bueno y compasivo. Es decir, que los cristianos reconocemos la presencia
amorosa de Dios en la cotidianidad de cuanto somos y tenemos y la gratitud es,
entonces, virtud y característica esencial de la vida del discípulo de Cristo.
Quien es capaz de
agradecer porque es capaz de reconocer el bien es capaz de la alegría. Es
decir, que la alegría es consecuencia de la gratitud. La gratitud entonces,
además de procurarnos alegría nos compromete a compartir cuanto somos y tenemos
con los otros, especialmente con los más necesitados.
Celebremos pues este
día de ACCION DE GRACIAS para cultivar la que debe ser una actitud permanente
en nuestras vidas: la de vivir con la alegría de la gratitud que se expande en
la medida en que somos capaces de compartir con los demás, con nuestros
hermanos, los hombres y mujeres de la humanidad entera.