martes, 21 de marzo de 2017

La Biblia en Estados Unidos: varias razones de esperanza
y un motivo de preocupación

Recientemente, el papa Francisco sugirió, tanto figurativa como literalmente, que las personas llevan ahora un ejemplar de la Biblia consigo y consultan sus páginas con la misma facilidad con que usan sus celulares para entretenerse, informarse o mantenerse en contacto con sus amigos y familiares.

En efecto, hay muchas aplicaciones de la Biblia o aparatos móviles que hacen de esa práctica una realidad al alcance de la mano de casi todos, salvo acaso de las personas de edad muy avanzada. Esas herramientas son muy valiosas, especialmente en el propósito de contactar a los millennials  y los adolescentes.  Al mismo tiempo, el Pontífice puso el dedo en la llaga de lo que es, o debería ser, motivo de preocupación para las iglesias cristianas de todas las denominaciones: en todo Occidente y en todos los grupos generacionales, está en franco retroceso el compromiso y el aprecio de la Biblia como objeto encarnado de la Palabra de Dios. 


Esto es verdad particularmente entre quienes rara vez asisten a los servicios litúrgicos y entre quienes han dejado de ir a la iglesia de plano. Es el caso, desde luego, de quienes —sin importar la edad— conciben a las Sagradas Escrituras como una creación netamente humana y, peor aún, como una fuente de opresión bajo la forma, por ejemplo, de homofobia o de otras formas supuestamente contrarias a la libertad humana.

El Grupo Barna, en colaboración con la Sociedad Bíblica de Estados Unidos (ABS, por sus siglas en inglés) hizo una extraordinaria aportación en este sentido con la publicación de La Biblia en Estados Unidos: el fluctuante panorama de las percepciones y el compromiso bíblicos. Este libro recopila los resultados de 14,000 entrevistas realizadas a adultos y adolescentes estadounidenses en los últimos seis años. La segmentación demográfica del estudio fue realmente extensiva, pues abarcó desde adolescentes hasta baby-boomers y ancianos; y se registraron allí las opiniones de creyentes y no creyentes, de feligreses y vecinos ajenos a las iglesias, y entre los encuestados hubo adeptos a la tradición católica pero también a las iglesias protestantes, tanto principales como adyacentes.

Los hallazgos derivados de este sondeo son altamente representativos del gran número de actitudes y perspectivas que existen en torno a la Biblia y a su papel en la vida privada y comunitaria. Por lo mismo, deben ser una poderosa herramienta para los jerarcas de la Iglesia estadounidense en la asignatura inaplazable de evitar un definitivo y alarmante declive del compromiso bíblico en Estados Unidos.

Seamos claros: el amor y la consulta de la Biblia se han mantenido inalterados entre los feligreses y los creyentes devotos. De hecho, la Biblia está ahora aún más enraizada en las vidas de innumerables personas, gracias en parte al resurgimiento entre católicos y protestantes de la ancestral práctica de Lectio Divina: un método de lectura de las Sagradas Escrituras que, en última instancia, abre las puertas a la oración contemplativa y al misticismo.

Vaya desde aquí mi mayor reconocimiento y más profunda gratitud a la ABS por haberme concedido la oportunidad de producir una serie de manuales de Lectio Divina, en varios idiomas, durante los años extremadamente provechosos en que estuve al frente del Departamento de Ministerios Católicos de esa organización.  Aunque sigue estando a la zaga de los protestantes en cuanto a compromiso bíblico se refiere, la Iglesia católica ha avanzado significativamente en este sentido desde el Concilio Vaticano II.

Aun así, la investigación de Barna tiene un grave tono de advertencia: en 2016, el número de «escépticos bíblicos» creció a 22 por ciento, mientras que el porcentaje de «adeptos bíblicos» se ubicó en 17 por ciento. Apenas en 2001, sólo 1 de cada 10 estadounidenses era escéptico de la Biblia, y 45 por ciento confirmó que «Dios les hablaba regularmente a través de la Biblia». Esto significa un cambio dramático, apenas matizado por el dato de que, en 2015, el 61 por ciento de los encuestados indicó que «les gustaría leer más la Biblia»; asimismo, en 2016, el 53 por ciento creía que los políticos harían mejor su trabajo «si leyeran la Biblia más a menudo».

No bien así, la investigación de Barda revela que en Estados Unidos existe un evidente declive de personas comprometidas con la Biblia, fenómeno que es aparentemente más dramático entre los jóvenes, los millennials y los adolescentes, especialmente entre quienes no son feligreses. En su prólogo de este libro, Jason Malec, director administrativo de la Misión de la ABS en Estados Unidos, no se anda por las ramas. Luego de confirmar que la Biblia «ha tenido un impacto más profundo en nuestra cultura como ningún otro libro», advierte que «si prosigue la actual tendencia, la Biblia perderá ciertamente su lugar como principal factor definitorio de nuestra cultura».

El presidente de Grupo Barna, David Kinnamon, diagnostica las causas principales del declive de la Biblia como fuente de consulta y de la caída de los asistentes a los cursos bíblicos: hay un creciente escepticismo sobre «los orígenes, la relevancia y la autoridad de las Sagradas Escrituras»; asimismo, y de acuerdo con lo que él mismo llama «un nuevo código moral», más y más personas (incluso cristianos) «asumen la auto realización como el bien supremo». Esta orientación hace que la cultura sea más resistente a la fe basada en la Biblia y la cual sostiene que es «el orden moral de Dios el que conduce al florecimiento humano y social», y no la búsqueda obstinada y consumista de la auto determinación y la auto superación.

En el lado positivo, Kinnamon indica que el «acceso digital» es una bendición en la forma de «nuevas herramientas y tecnologías que están haciendo a la Biblia… más accesible que nunca». Desde luego, si este acceso no se hace acompañar por una educación y una guía adecuadas, es imposible garantizar una fe más profunda y un mayor compromiso bíblico. 

«Si estas tendencias prosiguen su actual curso», advierte el reporte, «continuará a la baja el número de personas (especialmente jóvenes) que vean a la Biblia como un libro sagrado» y como la fuente de la más profunda sabiduría sobre la vida y la verdadera naturaleza de la realidad. El núcleo del problema es que «de manera creciente, los estadounidenses rechazan fuentes ajenas de autoridad moral, tanto espiritual como cívica». Aun así, «2 de cada 32 millennials y 7 de cada 10 adolescentes mantienen una perspectiva ortodoxa de la Biblia», revela el reporte. Sin embargo, la falta de tiempo impide que un tercio de los millennials creyentes lean la Biblia.

El estudio presenta un panorama de grandes contrastes. Una y otra vez, los hallazgos críticos se compensan con señales esperanzadoras. Por ejemplo, 68 por ciento de los adultos estadounidenses —lectores habituales de la Biblia o no — están «totalmente o medianamente de acuerdo»  con que las Sagradas Escritura son una «guía integral para lograr una vida con significado». Curiosamente, esta convicción es mayor entre los afroamericanos y las mujeres y —tal como era de esperarse— más fuerte en el sur del país que en las costas este y oeste.

A pesar de sus hallazgos contradictorios, el reporte señala que «muchos estadounidenses parecen experimentar muy poca disonancia cognoscitiva entre su adopción de un nuevo código moral [la búsqueda de la auto realización] y su opinión de la Biblia como una guía para la vida». Alguien podría argumentar, desde luego, que la comprensión real de las Sagradas Escrituras de estos encuestados en particular es —más allá de un vago y general sentido de apreciación de la Biblia como un patrimonio de la civilización judeocristiana que debe valorarse y respetarse— más bien superficial. 

¿Qué puede incentivar a alguien, de cualquier edad, para que asuma un mayor compromiso con la Biblia? La respuesta número uno es llegar a la comprensión de que leer y estudiar la Biblia es «una parte importante de mi viaje en la fe»; una «difícil experiencia en mi vida» es la segunda motivación más importante, seguida de un evento «significativo» de la vida, como el matrimonio o el nacimiento de un hijo.

Para los ministros, pastores y catequistas laicos, estos momentos tan aleccionadores deben aprovecharse de modo proactivo; son ventanas de oportunidad para demostrar el poder de las Sagradas Escrituras y hay que hacerlo de prisa porque suelen cerrarse de nuevo en un tris. Los jerarcas de la Iglesia deben estar más atentos que nunca antes. Sobre todo, como escribe el presidente de la ABS, Roy Peterson, los pastores del rebaño «deben comprometerse activamente» con la Biblia ellos mismos, «creando oportunidades diarias que les permitan ser moldeados y guiados por la palabra de vida de Dios». Sólo entonces «se convertirán en testigos del poder de Cristo para transformar el corazón humano». Mientras tanto, el Grupo Barda y la ABS les han dado a los jerarcas de la Iglesia un formidable arsenal de investigación que debe procesarse todavía. 

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lunes, 20 de marzo de 2017

No tengan miedo. (Jn 16:33)


1.-El ser humano: un buscador de felicidad…

Son muchos los conceptos con los que filosóficamente pretendemos definir y abarcar la totalidad del ser humano. Uno de ellos lo describe como un incesante, permanente, eterno buscador de la felicidad. Porque en la minucia cotidiana de todo lo que hacemos y experimentamos queremos ser felices. Todo lo que vivimos, entonces, está condicionado, tiene sentido, valor y verdad, tanto en cuanto, nos haga felices.

2.- La experiencia religiosa cristiana es, entonces, para la felicidad del ser humano…

Especialmente, la experiencia religiosa, como modeladora de la misión, la visión y los valores en la vida del ser humano y de las instituciones sociales tiene un papel importante en esta búsqueda de felicidad. Las distintas experiencias e instituciones religiosas han de ayudar para que el seguidor y creyente sea feliz. La experiencia religiosa cristiana, por tanto, ha de ayudarnos, a los creyentes en Cristo a ser felices. Esto, para que la vida y misión de Cristo tenga, entonces, validez para sus discípulos.

La tarea evangelizadora de veinte siglos de la Iglesia en el mundo no ha logrado mostrar y establecer la sinonimia y coincidencia entre la salvación y la felicidad, entre la vida eterna y la felicidad, entre la vida plena y abundante que Cristo nos trae y la felicidad que todo hombre y mujer busca mientras vive.

Lo cual explica las incoherencias, hipocresías y el permanente divorcio entre nuestra fe y nuestra vida cotidiana. Pues, por un lado y al margen de nuestras historias personales, familiares y sociales, vamos buscando la salvación que la fe religiosa cristiana nos ofrece y, por otros lados, lejos y casi siempre en contraposición con nuestra experiencia religiosa, vamos buscando la felicidad.

Tal divorcio, tales incoherencias e hipocresías desaparecen de la vida de los discípulos de Cristo cuando descubrimos que la salud, salvación y vida eterna ofrecida por Dios en su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, coinciden fundamentalmente con el anhelo incesante de la felicidad que experimenta todo ser humano. Que, como bellamente quedó expresado en el Concilio Vaticano II, “el misterio del ser humano se resuelve y esclarece en el Misterio de Jesucristo” (GS 22); que nuestra vida se ilumina y se interpreta desde y en la vida de Cristo; que nuestra búsqueda de felicidad y de humanización encuentra en Cristo y en su evangelio “el Camino, la Verdad y la Vida”, que nos hace felices, es decir, que nos salva; que nuestras opciones, trabajos, amores, sacrificios, renuncias, crisis y logros, se  entienden y adquieren sentido desde la vida, las opciones, la pasión, la cruz, muerte y resurrección del mismo Cristo.

Así, se entiende la hermosa y acertada definición que de esta humana e incesante búsqueda de felicidad dio San Agustín; “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón anda inquieto hasta que repose en Ti”

3.- La búsqueda de felicidad y la experiencia religiosa se viven en un contexto…
Pero la búsqueda de la felicidad y la experiencia religiosa cristiana, como toda experiencia religiosa se viven en un tiempo y en un espacio, no en una burbuja; vale decir: en contexto histórico, social y cultural. La búsqueda de felicidad la vive cada persona en el aquí y ahora de sus personales, familiares y sociales condicionamientos y circunstancias histórico-sociales. Contexto histórico-social que es distinto y cambiante en la historia de cada ser humano y de la humanidad entera y que, produce e introduce, por tanto, matices, interpretaciones, cambios, variaciones, en la noción de felicidad.

4.- Nuestro actual contexto histórico-social: transición de la modernidad a la posmodernidad…

A quienes aquí nos encontramos, a los habitantes todos del planeta tierra de este tiempo nos correspondió vivir en un contexto que llamamos: de transición de la modernidad a la posmodernidad,  Es un contexto y un momento histórico con unas globalizadas características que nos hace ser como somos, pensar como pensamos y actuar como actuamos hoy, a diferencia de como vivieron, sintieron, pensaron, actuaron y esperaron nuestros antepasados.

Sucintamente podemos decir que el hombre de hoy busca la felicidad mediante el ejercicio de un poder que atropella, aplasta y oprime. Que hoy confundimos la felicidad con la búsqueda del placer de los sentidos como principio y fin absoluto y sin importar los medios para alcanzarlo y que este poder y placer se logran mediante el tener entendido como acumulación de posesiones materiales, de bienes, de riquezas, en un entramado de relaciones interpersonales, sociales y regionales en las que más poder tiene y más placer logra quien más dinero maneja, acumula y ostenta. Todo esto, en total y absoluta contraposición con los principios y valores que emanan de la vida y ministerio de Jesús de Nazaret quien enseñándonos que somos hermanos, hijos del mismo Padre, entiende el poder como servicio, el placer en la entrega generosa de la propia existencia al servicio de los hermanos más desvalidos y necesitados del testimonio del amor de Dios y el tener como una capacidad y posibilidad para compartir compasiva, misericordiosa y solidariamente.

Contexto histórico-social, además, caracterizado y vivido en medio de conflictos y crisis de tipo:

  • Personal (especialmente, la pérdida de verdades absolutas  y con ello, el sin-sentido de la vida),
  • Familiar (especialmente, divorcios, rupturas y nuevos modelos familiares)
  • Social (problemáticas políticas y laborales, de salud, de educación y vivienda, de injusticia e inequidad, de corrupción administrativa en los gobiernos y mil formas de violencia, de ineficiencia en los servicios públicos, etc.)
  • Regional, nacional e internacional (choques entre distintos modelos políticos, ideológicos, gubernamentales y económicos; conflictos violentos internos y confrontaciones bélicas entre naciones, conflictos migratorios, desplazamientos, hambrunas, etc.)
  • Naturales (terremotos, huracanes, inundaciones, tsunamis, etc.)


Todas estas circunstancias de nuestro actual contexto histórico-social que empujan a que nuestro credo, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra experiencia religiosa cristiana empiece a ser vivida menos por tradición y más por convicción; menos como un conjunto de ritos y manifestaciones externas divorciadas de nuestra realidad cotidiana y más como un estilo de vida – según el evangelio de Jesucristo - que impregne nuestras vidas personales y familiares y nuestras relaciones e instituciones sociales, políticas,  culturales, económicas, naciones e internacionales.

Nuestro contexto histórico-social nos empuja y condiciona, aquí y ahora, para que nuestra búsqueda de felicidad-salvación mediante nuestra experiencia religiosa cristiana sea “como quien va a construir una torre o como quien va a dar una batalla…” (Lc 14, 28ss). Es decir, una experiencia religiosa cristiana razonada y razonable, libre, informada e inteligente que nos permita “estar siempre preparados para dar respuestas razonables a todo aquel que nos pida razón de nuestra esperanza” (1 Pe 3,15). Experiencia cristiana que llegue a ser en nosotros una opción fundamental de vida por la persona, la vida y el evangelio de Jesucristo, hasta poder gritar como Pablo de Tarso. “Ya no vivo yo es Cristo quien vive en mi” (Gál 2,20).

5.-La felicidad-salvación cristiana…

A lo largo de estas reflexiones he ido asomando en nqué consiste la noción de felicidad para los discípulos de Cristo: vivir su misma vida, vivir cotidianamente lo vivido y enseñado por Jesús de Nazaret. Vivir cada instante de nuestras vidas como hijos de Dios y hermanos de todos para, de esta manera, establecer relaciones personales, familiares y sociales que posibiliten y construyan “felicidad-vida abundante” (Jn 10,10) para todos…

6.- Una invitación: vivir la experiencia cristiana sin miedo, sin temores…

El contexto histórico social antes descrito en el que peregrinamos y vivimos nuestra fe y nuestra esperanza cristiana es, por conflictivo y anti-evangélico, retador. Porque “la mies es abundante y los obreros pocos…”(Lc 10,2).

¿Qué hacer cómo cristianos en el mundo de hoy y ante el panorama tan brevemente aquí descrito?. Desalentarnos, desanimarnos?

Urge hoy, escuchar, otra vez, la voz de Pablo que nos anima diciéndonos: “Estamos perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos…”( 2 Cor 4,9), porque nos fortalece nuestra certeza de felicidad-salvación en Cristo que nos dice: “No tengáis miedo, Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)

Los invito a retomar nuestra primera vocación cristiana. La de ser luz en medio de las tinieblas y sal (Mt 5,13) en medio de las actuales circunstancias insípidas por inhumanas.


Les renuevo la invitación tan recientemente hecha a todos los discípulos de Cristo de este tiempo por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Evangelli Gaudium”: vivir novedosamente felices, con gozo y alegría la experiencia cristiana. Ser testigos de la felicidad- salvación que nos da Cristo en la cotidianidad de nuestras vidas personales, profesionales, familiares y sociales. Vivir sin miedo nuestro compromiso bautismal. Vivir con la alegre confianza de los hijos de Dios y, en consecuencia, ser capaces de establecer relaciones de compasión y misericordia – como Dios nos ama – con todos los hombres y mujeres próximos al entorno de nuestras vidas. Vivir como misioneros de la alegre esperanza y de las buenas noticias del evangelio en el mundo de hoy, como testigos cotidianos de la felicidad/salvación que encontramos en el acontecimiento cristiano. Como hombres y mujeres felices y transformados en Cristo, con una mirada que – desde y por el evangelio - nos permite ver todo con la alegre confianza y esperanza de los que saben que “el novio está siempre con ellos” (Mt 9,15),  “todos los días, hasta el fin de los tiempos”.(Mt 28,20).


jueves, 16 de marzo de 2017

Francisco: Cuatro Estrellas en el Alma


El pasado 13 de marzo se inaugura el quinto año del Pontificado del Papa Francisco. Desde el 13 de marzo de 2013 hasta hoy han transcurrido cuatro años de un Pontificado corto pero denso, novedoso, fructífero, renovador, transformador.

¿Y cómo resumir la personalidad y el Pontificado de Francisco?. ¿Qué decir del Primer Papa Latinoamericano en la milenaria Historia de la Iglesia Católica?

Tendríamos que empezar por decir que es un ser humano, muy humano, profundamente HUMANO. Con toda la carga semántica que decir “humano” y “humanidad” contiene, encierra y significa. Es decir, un ser humano que por lo profundamente humano revela, al tiempo, profunda divinidad; revela la imagen y semejanza de Dios, impronta de nuestra creaturalidad. 

Son muchos los gestos y palabras profundamente humanas que brotan de la vida y obra de Francisco. Palabras y obras con las cuales ha estado siendo un vehículo de la divinidad en su humanidad y para toda la humanidad. En Francisco tenemos a un Obispo de Roma y, por ello, Cabeza de la Iglesia que es, ante todo y sobre todo, un hombre “humano”. Tan humano como Aquel de Asís al que nos remite su nombre de Pontífice.

Su profunda experiencia humana y de humanidad lo lleva – como Jesús – a acercarse a los débiles, a los más necesitados; a ocuparse de las causas de los marginados del mundo y alzar su voz en favor de la paz por la justicia, de la paz por la solidaridad y el respeto fraterno y misericordioso por todos, especialmente por los empobrecidos y despreciados de la tierra.

Esta profunda humanidad revela el “estilo” de Francisco y, como el filósofo Protágoras podemos decir de Francisco que “el estilo es el hombre” y su estilo, la medida de todas las cosas, la medida, carácter y sello de todo su ser y actuar, de todo su Pontificado.

Pero Francisco es un hombre CRISTIANO. Es un convencido de las causas del Evangelio de Jesucristo, que brotan del reconocimiento de Dios como Padre en el que todos quedamos hermanados, con un amor fraterno, misericordioso y universal, a la manera como el Padre bueno del cielo nos ama. La autenticidad de su vida cristiana no es un  añadido a su persona. Por el contrario, el Evangelio es la esencia de su ser y se revela en todo su humano proceder.

Humanidad y vida cristiana no son en la vida y tarea misionera de Francisco una yuxtaposición incoherente, farisaica e hipócrita. No. Francisco es un ser humano animado por el evangelio de Cristo, un cristiano en su profunda humanidad.

Francisco, es un hombre, cristiano que ha entregado su vida al MINISTERIO SACERDOTAL Y PASTORAL, primero como sacerdote jesuita, después como Obispo en Argentina y ahora como sucesor de Pedro en la Iglesia Católica.

Y todo su proceder ministerial, sacerdotal, pastoral, ha sido un espacio en el que ha quedado manifiesta su vida profundamente humana y, por ello, verdaderamente cristiana.

En nuestro momento histórico, el estilo de Francisco resulta novedoso, contradictorio y chocante. Porque siempre resulta novedoso el Evangelio; porque la vida del evangelio en el mundo engendra contradicción y porque la lógica del evangelio choca con la lógica del mundo.

La novedad/ruptura del Pontificado de Francisco - aquí y ahora - se explica por lo evangélico que va resultando su Pontificado, por el apego honesto de su ministerio papal a la lógica del evangelio en contra de la lógica del mundo.

Esta autenticidad evangélica ha ido convirtiendo rápidamente a Francisco en un referente espiritual y moral para toda la humanidad. Lo cual ha quedado de manifiesto en toda su vasta obra en tan sólo cuatro años de Pontificado y, por ello, el interés que Francisco despierta en todo el mundo, en distintas sociedades y grupos sociales, en los Medios de Comunicación, durante sus viajes, en sus intervenciones en las redes sociales y en cada aparición pública que realiza.

Francisco nos ha recordado que el Evangelio de Jesús de Nazaret sigue vigente y – sin haber participado como padre conciliar – Francisco nos ha recordado que el Concilio Vaticano II – como el Evangelio – están por estrenarse, especialmente en esta coyuntura de transición de la Modernidad a la Posmodernidad tan necesitada del proceder humano y misericordioso de Jesús, de la lógica del Evangelio y del anuncio del Evangelio de una manera  genuina, llana, simple, sencilla, directa, sin ambages ni circunloquios, como en su tiempo lo hizo y enseño Jesús.

Evidentemente, y como dije anteriormente, el estilo de Francisco es un estilo chocante. El estilo de su Pontificado levanta ampollas porque sala, purifica, renueva, enciende y quema, no se casa con el statu quo ni con una tradición milenaria inamovible, anquilosada, petrificada y – como el mismo lo ha denunciado – corrupta por lo necesitada de movimiento, luz, claridad y renovación en el Evangelio de Cristo.

El gran filósofo Danés, Soren Kierkegaard, en su ya famosísima parábola, cuenta la imposibilidad de un payaso para convencer a los habitantes de un pueblo cercano de un incendio en su circo. Los coterráneos pensaron que se trataba de una broma más para atraerlos a las funciones del circo debido a sus modales y vestimenta de payaso y el circo se quemó.

Hoy, todos están de acuerdo en que, con el estilo de su tarea evangelizadora, Francisco superó el problema planteado por Kierkegaard: porque Francisco llega y convence. Su tarea es creíble porque es coherente. Francisco ha mostrado que es posible romper los vetustos, obsoletos y anticuados moldes en los que se ha transmitido el Evangelio para acercarse – con “olor a oveja” -  a los hombres de nuestro tiempo, especialmente a los de las “periferias” geográficas, sociales, institucionales, ideológicas, etc. Con Francisco queda patente que el vino nuevo requiere de nuevos cueros, de nueva mentalidad y de mentes y corazones sinceramente abiertos y dispuestos a la siempre nueva luz del Evangelio de Jesucristo, que todo lo renueva, que todo lo cambia, que todo lo transforma.

La densidad de este Pontificado, su extraordinaria riqueza se pone de manifiesto en lo basta de la obra de Francisco en tan corto tiempo. Que baste enumerar aquí sólo unos hitos de su ministerio petrino:

  • Una Encíclica: Lumen Fidei (sobre la fe)
  • Una Carta Encíclica; Laudato Si sobre el cuidado del medio ambiente. 
  • Una Bula: Misericordiae Vultus para convocar al Año Santo de la Misericordia
  • Una Carta apostólica para el Año de dicado a la Vida Consagarada
  • Dos Exhortaciones Apostólicas: Evangelii Gaudium sobre el gozo de anunciar el evangelio y Amoris Laetitia sobre el amor en la Familia.
  • La conformación de un Consejo de Cardenales para la reforma de la Curia Romana
  • Un Sínodo extraordinario sobre la familia
  • Viajes apostólicos innumerables seguidos por multitudes.
  • Un Motu proprio "Sobre la competencia de las autoridades judiciales de la Ciudad del Vaticano en materia penal", publicado el 11 de julio de 2013.
  • Un Motu proprio "Sobre la prevención y el contraste de las actividades de blanqueo, la financiación del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva", publicado el 8 de agosto de 2013.
  • Tres Consistorios.
  • Canonizaciones
  • La Constitución apostólica Vultum Dei Quaerere (La búsqueda del rostro de Dios) sobre la vida contemplativa femenina).
  • Etc.

Hoy, damos gracias a Dios por darnos a Francisco como Papa en este tiempo y sus circunstancias. Al iniciar su quinto año de Pontificado se alegran nuestros corazones y las campanas de la Iglesia Católica. ¿Y por qué se alegran nuestros corazones y por qué repican las campanas? Respondamos con el poeta: “Por un hombre que es herrero, es soldado y es poeta. Por un hombre que lleva tres estrellas en el alma: el trabajo, la energía y el ensueño. El trabajo que da fuerzas, la energía que da audacias y el ensueño que da glorias”.

Damos gracias a Dios por darnos en Francisco un renovado modelo de humanidad en la vida cristiana. Nos alegramos porque en Francisco aparece, para nuestro tiempo, un modelo de divinidad en la humanidad. Nos congratulamos porque Francisco nos muestra – de manera sencilla – que la vida de Cristo en nosotros es posible y no sólo posible sino un reto que a todos interpela, convoca y desafía. Francisco nos recuerda a diario el valor del evangelio, lo valioso de la vida cristiana y la importancia de “volver siempre a las fuentes” para iluminar nuestras vidas y la vida del mundo con los valores del Evangelio.

Francisco ha vuelto a hacer creíble el Evangelio en la vida de un hombre para todos los hombres. Con su modo de ser y de actuar, con su ministerio petrino, el argentino Jorge Mario Bergoglio, como Papa Francisco, se ha ido convirtiendo, en estos cuatro años de Pontificado y como dijera el gran dramaturgo Bertolt Brecht, en uno de esos “indispensables”, para toda la humanidad. En uno de esos hombres que validan y hacen creíble y amable hacer parte de la raza humana, del cristianismo y de la Iglesia Católica.

¡AD MULTOS ANNOS!