martes, 10 de marzo de 2009

Ay de mi si no predico el Evangelio (1 Cor 9,16)

Saulo (nombre hebreo) Pablo (nombre de familia romano) son los nombres con los que conocemos al gran apóstol, y fundamento de la catolicidad. Lo poco que conocemos de Pablo de Tarso nos llega a través de dos fuentes: sus propias cartas y el libro de los Hechos de los Apóstoles. Nos es desconocida la fecha exacta de su nacimiento pero – según los más importantes teólogos paulinos como Joseph A. Fitzmyer – conviene ubicarla en la primera década después de Cristo.

Pablo nació en la Ciudad helenística de Tarso y desde su nacimiento disfrutó de la condición de ciudadano romano por lo que podemos decir que en su mente caben brillantemente las tres culturas de su momento: la semítica- judía de sus padres (hebreo, judío y fariseo), la helénica (cultura dominante) y la romana (la del imperio en el que al apóstol le correspondió vivir). Esta triple visión del mundo, esta triple dimensión cultural aparece constantemente en sus escritos y le permite al apóstol gran versatilidad para adaptarse a cada distinto auditorio y para predicar adecuadamente y pretender alcanzar a todos los hombres del mundo entonces conocido con la predicación del evangelio de Jesucristo.

Esta personalidad cosmopolita, esta versatilidad cultural en Pablo, explica sobradamente el título que honrosamente le damos de “Apóstol” de la gentilidad. Gracias a esta apertura cultural, a esta visión “globalizada” (permítaseme el término) del mundo, Pablo se constituyó en el predicador y misionero más importante de los primeros días de la Iglesia y gracias a su tarea evangelizadora podemos decir, sin lugar a dudas, que la Buena Nueva de Jesucristo salió de los recodos y caminos de la Galilea para alcanzar, hasta hoy, a todo hombre y mujer de buena voluntad que llega a este mundo, en todos los rincones de la tierra.

Qué impulsó a Pablo a esta misión a la que desde el momento de su conversión dedicó incondicionalmente el resto de sus días? Cuál fue el motor de tarea apostólica? Cuál fue su “fuerza” y su motivación?: La certeza de haber encontrado la felicidad que todo hombre y mujer busca y anhela en este mundo en el Evangelio que – en su Teología – es la persona misma de Jesucristo. Desde ese encuentro personal que tuvo con Jesús, al que perseguía, en la persona de los cristianos, relatado con la simbología propia de los textos bíblicos, Pablo se dedicó por entero a contar a otros las maravillas obradas por Cristo en El. Maravillas entendidas por Pablo como obras del Crucificado para la salvación de los hombres. Una salvación/felicidad que, según Pablo, ha de llegar y alcanzar a todos sin distingos de razas, condiciones, nacionalidades, edades, etc.

Por ello, la afirmación fundamental de la Resurrección de Jesucristo en Pablo nace de una experiencia personalísima inefable: el Crucificado cambió su vida y si transformó su vida revistiéndola de una nueva mentalidad es porque el Crucificado “Vive”!. Esta confesión de fe primordial en el “evangelio” de Pablo no nace, pues, de una tarea de tipo intelectual sino de una experiencia cotidiana avalada y reconfirmada por el testimonio de los primeros creyentes: esos primeros cristianos (hombres y mujeres mártires de las primeras horas del cristianismo) a los que el mismo Pablo perseguía vehementemente impulsado y en perfecta coherencia por el ardor de sus anteriores convicciones farisaicas.

Porque si algo es claro en la personalidad de Pablo es su autenticidad: primero vivió auténticamente como el mas fariseo de los fariseos y – desde su encuentro con Cristo – vivió auténticamente como “cristiano”.

Son muchos los aspectos de la vida de Pablo que piden ser rescatados para iluminar nuestra coyuntura histórica y eclesial actual, entre otros:

· Su visión cosmopolita del hombre y del mundo: su apertura y acogida a toda cultura y a todo hombre y mujer reconocido como hermano en Cristo en contra de la visión petrina que pretendía encerrar el evangelio en los límites del Israel de entonces y en contra, hoy, de visiones xenofóbicas, discriminatorias, divisionistas, etc., que con el disfraz de “globalizadoras” permiten el bienestar acumulado en manos de unos pocos en contra y a costa de la marginación, el empobrecimiento y la miseria de grandes mayorías.

· Su ardor misionero en la tarea de propagar el Evangelio de Jesucristo.

· Su enorme generosidad en la tarea de salvar/hacer felices a todos felices/salvos con la Buena Nueva de Jesucristo a costa de grandes sacrificios (persecuciones y cárceles sin cuento).

· Su experiencia cristiana de tipo experiencial antes que nocional.

· Su predicación y posterior reflexión teológica consignada por escrito en sus cartas que brotan de la experiencia cotidiana de saberse amado y salvado/feliz gracias a la intervención cotidiana de el Crucificado/Resucitado en su vida.

· El haber logrado establecer entre términos teológicos bíblicos vetero y neo testamentarios para designar la obra salvífica de Dios tales como salvación, redención, expiación, liberación, justificación, etc., con el anhelo fundamental de toda persona: ser feliz-en-Cristo. Porque en Pablo, la vida-en-Cristo tiene una función clara: el acontecimiento-Cristo es para hacernos felices, es decir, para salvarnos, para darnos vida eterna, vida abundante; esa que el mismo Pablo encontró camino a Damasco.

Que estas líneas nos animen a conocer más y seguir de manera más auténtica al Apóstol Pablo en la misión que todos tenemos como bautizados: vivir y predicar, con hechos y con palabras, el Evangelio de Jesucristo que es, como para Pablo, nuestro poder, nuestra fuerza, nuestra salvación, nuestra felicidad, nuestra vida eterna, la plenitud de nuestra existencia y de la historia humana.

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