Cada década, por mandato del Congreso de los Estados Unidos se realiza en esta Nación el Censo Nacional de Población. El último Censo del año 2010 arrojó cifras que, de manera especial en este mes de la herencia hispana nos llaman a todos a la reflexión. A todos: a la entera sociedad norteamericana con todas sus instituciones políticas, culturales, sociales, económicas, religiosas etc…, a los hispanos residentes en esta Nación y a las Naciones Latinoamericanas de donde procedemos.
Según dicho Censo, residen en los estados Unidos 50.5 millones de Hispanos, número que no contiene a los hispanos indocumentados. Cifra que significa que la comunidad hispana residente en los estados Unidos se constituye en el 15% de la población total de esta Nación.
Demos una mirada al crecimiento de la comunidad hispana en los Estados Unidos desde el Censo de 1990 que contó 22.4 millones de hispanos; el Censo del año 2000 contó 35.3 millones de hispanos hasta el actual que muestra el aumento de la comunidad hispana hasta 50.5 millones de hispanos, cifra que muestra un rápido y enorme crecimiento – desde el último Censo - del 43%.
De otra parte, la edad media de la población hispana es 27 años de edad mientras que la media del resto de la Población norteamericana es de 47 años, lo cual muestra que la población hispana es una evidente inyección de juventud – y con ello, de fuerza de trabajo y progreso - para la entera sociedad de los Estados Unidos.
Veamos otras cifras del último Censo (2010):
• En California hay 14 millones y más de hispanos,
• En Nueva York hay 3 millones y más,
• en la Florida viven 4 millones y
• en Texas residen 9 millones y más de población de origen hispano.
La discriminación según nacionalidades es de la siguiente manera:
• Los Mexicanos son 31.8 millones, el equivalente al 63 % de la población hispana residente en los estados Unidos.
• Los Puertorriqueños son 4.6 millones, es decir el 9.2 %.
• Los Cubanos son 1.8 millones, es decir el 3.5 %.
• Los Salvadoreños son 1.6 millones, es decir 3.3 %.
• Los Dominicanos 1.4 millones, es decir 2.8 %.
• Los Guatemala 1.0 millones, es decir el 2.1 %.
• Los Colombianos 0.9 millones, es decir 1.8 %.
• Y el resto de las nacionalidades no mencionadas aquí, constituyen el 14.3 % de la población hispana residente en esta Nación.
Ahora bien, estos números y porcentajes - enormes, importantes e impactantes por sí solos – qué significan en el concierto de la sociedad norteamericana en general (con todas sus instituciones), para la comunidad hispana aquí residente y para la comunidad de naciones latinoamericanas?
Para los Estados Unidos, la aumentada presencia hispana comporta un gran desafío que conlleva insospechados índices de progreso en todos los campos de esta gran Nación si -desde todas las instituciones sociales – se responde adecuadamente a los enormes retos que esta presencia demanda; pero al mismo tiempo, la presencia de la comunidad hispana en los Estados Unidos puede implicar enormes problemas si las respuestas de la sociedad norteamericana a los retos de lo que podemos llamar “el fenómeno de lo hispano” no son ni prontas, ni dignas, ni acertadas, ni justas, ni respetuosas.
Si bien, hay acuerdo general en que es necesaria la integración de la comunidad de origen hispano a la sociedad norteamericana, no es menos cierto que las instituciones (políticas, religiosas, culturales, económicas, etc…) de esta Nación, han de evitar entender por “integración” una “asimilación” y “absorción” por parte de la “cultura dominante” que nos “uniforme” a todos de tal manera que los hispanos vamos perdiendo la riqueza de nuestra propia identidad, nuestra propia cultura, nuestras propias raíces, nuestros orígenes histórico-sociales o, en el otro extremo de quienes se oponen a este concepto de integración, aparecen la discriminación, el ghetto, la explotación, la persecución y tantos males sociales contrarios a una visión cristiana, demócrata y liberal de la sociedad, principios de los cuales se ufana esta Nación desde sus inicios históricos.
La Comunidad hispana, por su parte, al tiempo que crece en número de residentes en esta Nación ha de crecer en conciencia social y en participación, en educación y en formación socio-política, ha de crecer en liderazgo y en todos los aspectos que le permitan tener voz y voto en la toma de decisiones que rigen el presente y forjan el futuro de esta Nación.
Las instituciones, comunidades y denominaciones religiosas en general y las iglesias cristianas en particular, presentes en los Estados Unidos, por su parte, han de trabajar para que la presencia hispana sea una bendición, un signo de enriquecimiento y crecimiento en la fe, en la fraternidad, en la unidad, en la justicia, en la solidaridad, en la equidad, en la comunión y en la participación.
Porque la comunidad hispana está llamada a contribuir al desarrollo de esta Nación no sólo con el crecimiento económico mediante el trabajo o el pago de impuestos, sino - sobre todo - con los valores del evangelio y del humanismo cristiano inserto en nuestro ser, en nuestra identidad y en nuestra historia, desde la primera evangelización católica presente en nuestros orígenes como Naciones Hispanoamericanas. Valores, éstos muy contrarios al individualismo, al inmediatismo, al utilitarismo, a la apariencia, al facilismo, al pragmatismo, al relativismo, al subjetivismo, al confort, al consumismo, al hedonismo, etc., tan propios de la actual coyuntura posmoderna y “light”.
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