Desde
los primeros años de la década de los ochentas cuando aparecieron en el mundo
los primeros casos de infección por el Virus de Inmuno Deficiencia Humana (VIH)
hasta nuestros días la humanidad entera ha sido “contagiada” por la importancia
de este tema, por todo lo que esta enfermedad implica, y significa para el
individuo que la padece, para la comunidad médica y para la entera sociedad
humana.
Porque
el SIDA (enfermedad por el Virus de la Inmuno Deficiencia Humana - VIH) son
muchos y muy importantes los temas humanos (personales y sociales) que quedan
implicados: la cultura, la sexualidad humana, la moral privada y la ética de lo
público, la educación, la libertad, la experiencia religiosa, el respeto, la
responsabilidad personal y social, la compasión, la vida, la muerte, las
posibilidades de la ciencia, etc…
Son
grandes los avances científicos y enorme el progreso que se ha alcanzado en el
manejo social y en las terapias médicas para prevenir nuevas infecciones y para
tratar a las personas infectadas con dicho virus. Como la medicina, la
investigación en la materia específica de este virus ha avanzado mucho y hoy
contamos con grandes logros estadísticos que muestran cómo descienden las
cifras de nuevos infectados y, al tiempo, como aumentan las esperanzas de vida
– gracias a nuevos medicamentos - para las personas portadoras del virus.
Ya
son casi cuarenta años de lucha social y médica contra esta enfermedad y la
medicina no da tregua en la elaboración de nuevos medicamentos que – cada vez
de manera más precisa y con efectos secundarios menos dañinos – alivien y
procuren mejor calidad de vida a la de los pacientes portadores del virus. Hoy
no hay cura médica en el tratamiento de esta enfermedad y, si bien es mucho lo
que en la investigación médica se ha hecho es mucho más lo que falta por hacer.
También,
hay que decirlo, se ha avanzado en la comprensión, tolerancia y servicios
sociales hacia las personas infectadas y hacia el entorno familiar y social de
cada uno de los pacientes.
Pero
es preciso repetirlo una y otra vez: “además de
combatir científica, clínica y humanamente la enfermedad, es preciso aceptar,
como un hecho, que en la gran mayoría de casos existe una interdependencia
entre infección por el virus del SIDA y determinados comportamientos o estilos
de vida”. (1)
Hoy aplaudimos los avances médicos ya señalados en la prevención y
tratamiento del SIDA y sin embargo afirmamos, al mismo tiempo, que el solo
asunto médico-científico y farmacológico no basta. Que se precisa, antes, una
cultura y una educación que ayuden en el manejo y prevención de situaciones
humanas como las que la pandemia del SIDA plantean. Que la familia, los medios
de comunicación, las iglesias y la sociedad entera han de estar implicadas en
niveles educacionales que posibiliten abundancia de vida para los ciudadanos.
Que el SIDA hace que nos preguntemos por los valores y estilos de vida que esta
coyuntura histórica, social y cultural de transición de la modernidad a la
posmodernidad exalta, motiva, propone.
Con todo, “ante los enfermos de SIDA el papel de la sociedad, de
sus instituciones y de cada una de las personas concretas que la integramos,
sólo puede ser el que se adopta con un enfermo: de solidaridad, acogida y
ayuda. Los enfermos de SIDA tienen los mismos derechos humanos que los sanos.
Y, uno más: el de -precisamente por ser enfermos- ser acogidos y ser
beneficiarios de la solidaridad de los demás, lo que conlleva el esfuerzo
correspondiente de todas las instituciones sociales y los poderes públicos.
Rechazar a los enfermos de SIDA, por ser tales, en la escuela, en el mundo
laboral, en la función pública o en las instituciones sociales, es inhumano e
injusto. La sociedad está obligada positivamente, como respecto de cualesquiera
otros de sus miembros dolientes o enfermos, a arbitrar los medios a su alcance
para hacerles la vida lo más llevadera posible. En contrapartida, la sociedad
tiene derecho a exigir de los enfermos de SIDA que eviten los riesgos de
transmisión de esta enfermedad. La solidaridad debe poner también los medios
económicos para la investigación que permita obtener tratamientos, para crear
centros de acogida u hospitales cuando la enfermedad llega a su fase terminal,
etc”. (2)
De donde, todos hemos de sentirnos implicados en la prevención de
esta grave pandemia y especialmente los grupos y personas considerados de mayor
riesgo de poder ser infectados y todos hemos de sentirnos convocados a luchar
por una cultura de la vida en medio de tantas formas de muerte y destrucción
humana.
1.-
II La sociedad ante el Sida en https://www.aciprensa.com/sida/libro4.htm
2.-
Ibid.
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