viernes, 29 de diciembre de 2017

¡AÑO NUEVO… VIDA NUEVA!


Llega un AÑO NUEVO y con él, la renovación de las promesas incumplidas o de ilusiones, anhelos, sueños o ideales irrealizados o esperados y que se convierten en el motor de la historia personal, familiar y social.

La llegada de un AÑO NUEVO es como un bálsamo, un oasis en el trajín de las historias personales y sociales. Un alto en el camino para evaluar, cambiar, mejorar, recomponer, proyectar y recomenzar la andadura del camino de la vida con nuevos ímpetus y nuevas motivaciones.

Nuestra visión del acontecer histórico no es la visión fatalista según la cual la historia humana es una sucesión de eventos que se reciclan y se repiten porque nada cambia y todo – como en un torbellino, como en un remolino de aguas - cíclica y espiralmente vuelve al principio.  No. Nuestra visión de la historia – heredera de la concepción filosófica del griego Heráclito - es una visión cambiante según la cual como él mismo dijo: “Nadie se baña dos veces en las mismas aguas del mismo río”. Es decir, entendemos la historia como una sucesión de eventos que, linealmente, van cambiando según las cambiantes decisiones de los seres humanos, que con su inteligencia y libertad van construyendo su propio proyecto de vida, y con ello, el de las comunidades, el de las organizaciones, el de las instituciones, el de la sociedad en general.

La vida del ser humano, entonces, no está determinada por fuerzas ocultas (los dioses o los astros) que lo manipulan, controlan, y conducen a un irremediable e inmutable destino  fatal y pre-determinado. La vida y la historia del ser humano y de la entera humanidad va construyéndose, libre e inteligentemente, en las decisiones y tareas cotidianas, en el anonimato y silencio de nuestros pequeños compromisos y tareas, en la minucia de nuestros proyectos e ideales más grandes o más pequeños, nobles o mezquinos, generosos o egoístas, personales o comunitarios.

Nuestra mirada sobre la historia tampoco es ni ingenuamente optimista ni fatalmente pesimista. Es verdad que son muchos los motivos – a nivel local y mundial – para el desconcierto, la tristeza y el pesimismo: las desigualdades, las inequidades, tantas formas de injusticia y mil formas de muerte… Tantos muros y tantas divisiones, el hambre y la miseria de tantos frente a la abundancia de pocos… Todo esto nos habla de un mundo en el que los seres humanos no hemos logrado las mejores ni las más humanas, solidarias, igualitarias y justas formas de relacionarnos para construir el mundo como una gran mesa fraterna en la que todos caben…

Y sin embargo, es la esperanza de un mundo mejor la que a todos nos mantiene, nos sostiene y nos empuja cada día en nuestro ser y quehacer cotidiano. Somos hombres y mujeres que vivimos en la esperanza de un mañana mejor y es esta esperanza la que jalona nuestro presente. La esperanza por una mejor humanidad se resiste a morir…

Entonces, ante los motivos para el pesimismo y la tristeza ha de surgir el optimismo por construir un mejor mundo, una mejor sociedad, mejores familias y mejores historias personales con nuestras pequeñas y grandes decisiones, con nuestras actividades y labores cotidianas, a partir de mejores valores y mejores formas de relacionarnos los unos con los otros.

Inspirado en un Documento del CELAM, año 2000: para la Construcción de la Civilización del Amor, les propongo que iniciemos este 2018 con el ánimo de decirle NO al individualismo, al consumismo, a la absolutización del placer, a la intolerancia, a la injusticia, a la discriminación y a la marginación, a la corrupción y a toda forma de violencia y de muerte.

Al mismo tiempo, los invito a decir SI, con los hechos y palabras, con las actitudes y comportamientos, a toda forma de vida, al amor como vocación humana, a la solidaridad y a la libertad, a la verdad y al diálogo, a la participación y a la integración, a la construcción permanente de la paz y al respeto por el otro, por las diferencias, por las culturas y por el medio ambiente.

Los invito, al comienzo de este AÑO NUEVO, a privilegiar la vida humana sobre cualquier otro valor o interés, a darle primacía a la persona sobre las cosas, a que prime la ética sobre la técnica, el testimonio de vida sobre los discursos y doctrinas, el servicio sobre el poder, el trabajador sobre el trabajo, el trabajador sobre la empresa y el capital, lo trascendente sobre todo intento de absolutizar el aquí y el ahora del ser humano.

Los invito a la construcción de un Año Nuevo que sea NUEVO por la NOVEDAD de nuestras vidas. Es mucho lo que hemos hecho pero mucho más lo que nos falta por hacer para construir la esperanza en medio de la realidad de desesperanza que cotidianamente nos desafía… 

¡FELIZ AÑO NUEVO – AÑO NUEVO, VIDA NUEVA!

sábado, 23 de diciembre de 2017

Hombres cuya vida no podemos ignorar…

Hay hombres y mujeres cuya vida marca – para bien de todos - la historia de la humanidad. Hay hombres y mujeres cuya vida se convierte en un estandarte para la vida de todos. Hombres y mujeres que con su vida dejan a su paso una estela de bien y mejoran, con su obra, la vida de todos en la tierra: Ghandi, Francisco de Asís, Pablo de Tarso, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, Einstein, Da Vinci, Aristóteles, Marie Curie, Diana de Gales, Einstein, Mahoma, Buda, Gutenberg, Confucio, Qin Shi Huang, Tsai Lun. JESUS DE NAZARET es uno de ellos.

En el mes de diciembre, los cristianos del mundo entero celebramos cada año la fiesta de la NAVIDAD; es decir, la natividad o el Nacimiento de Jesús de Nazaret. Celebración que no se refiere a una fecha histórica y cronológica exacta sino muy aproximada y correspondiente a la celebración de la fiesta pagana del nacimiento del Dios Sol. Los cristianos, para quienes Jesús de Nazaret es confesado como la Luz del mundo (Jn 8,12) quisieron hacer coincidir el nacimiento de Jesús de Nazaret con dicha fiesta en el imperio romano, que tenía lugar por las calendas que hoy corresponden a nuestro calendario y navidad decembrina.

Jesús de Nazaret nació hace unos 2017 años en Palestina, habitada por el Pueblo de Israel del Antiguo Testamento, colonia del Imperio Romano en tiempos del Emperador Augusto. Muy seguramente, Jesús nació en una pequeña aldea llamada Belén, (Mt 2,1ss) en una pesebrera, a unas dos horas de camino, a pie, de la Capital Jerusalén. Sus padres se llamaban José y María. Jesús creció en Nazaret como uno más de los suyos y de su pueblo: carpintero, pescador, etc.

Cuando tenía unos treinta años se lanzó por los caminos y pueblos de su tierra (Galilea, Judea…) a predicar (Mt 4,23) una Buena Noticia según la cual hombres y mujeres todos somos hijos de Dios que es Creador y PADRE del cielo, bueno, compasivo y misericordioso, por lo que resultamos siendo todos HERMANOS, HIJOS del mismo Padre, llamados a vivir en el AMOR, como único forma de relación entre las personas y como único mandato para los que, en adelante, se llamarían sus discípulos. Mandamiento del AMOR (Jn 13,34) entre los seres humanos que brota – primero - del reconocimiento del AMOR de Dios por nosotros y que se concreta, especialmente, en la verdad, en el perdón y en el servicio de los unos a los otros. Vida en el AMOR que nos convierte en mejores seres humanos y que convierte en mejor y más vivible y humana la experiencia de vivir y convivir en sociedad y en el mundo.

Se juntó con unos amigos, pescadores como él. La gente – especialmente los sencillos, empobrecidos, pecadores públicos, marginados - lo seguía porque encontraban y admiraban en él su “autoridad”, (Lc 4,36) es decir, coherencia entre lo que vivía y lo que predicaba, entre sus palabras y sus hechos, a diferencia de la hipocresía de otros maestros… Viviendo en el amor de Dios a quien confiadamente llamaba “Abba”: “Padre” (Lc 11,2) a todos consolaba, curaba, liberaba. Todos los que a él se acercaban encontraban en él “una fuerza”, la del amor de Dios mismo, que les daba vida y “vida en abundancia” (Jn 10,10).

Jesús pasó haciendo el bien (Hc 10,38) como un hombre fiel al Padre y fiel al ser humano. Un hombre libre que frente a la ley de su tiempo predica y vive la misericordia y la justicia y frente a un pretendido culto a Dios que olvida al ser humano (Lc 10,35) opta por el amor y el culto a Dios en el hermano, especialmente en el más necesitado. Libre de la ambición y la codicia, (Lc 12,15) libre del miedo (Mt 102,8) y del qué dirán, libre del odio y del rencor, libre del apego a las riquezas (Mt 6,24) y de la adulación (Lc 13,32) a los poderosos…

Por todo esto, lo mataron colgándolo de una cruz (Jn 5,18). Después de su muerte, sus primeros discípulos, a partir de una experiencia transformadora de sus vidas, según la cual se confiesan hombres y mujeres nuevos, viviendo la misma vida que el Maestro había vivido y les había predicado, confiesan a Jesús Resucitado y Viviente (Mt 28,6) en medio de la comunidad cristiana y en la vida de los cristianos, de cada cristiano.

Para los cristianos la vida de Jesús – mediante el amor - revela de tal manera el rostro de Dios que “quien lo ha visto a él ha visto al Padre” (Jn 14,9)  y, por ya veinte siglos, es confesado el Hijo de Dios.

Desde hace ya dos mil años no hay un día en que nombres, eventos, hechos, palabras, noticias en el mundo no tengan que ver con Jesús de Nazaret. El impacto de su vida y obra es de tal magnitud en la historia de la humanidad que ésta se divide en años y siglos antes y después de Cristo.

Por todo ello, los cristianos nos aprestamos a celebrar, un año más, su nacimiento. El nacimiento de Jesús de Nazaret. Aquel a quien confesamos nuestro “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6). Celebración que si bien ha de tener y tiene infinidad de manifestaciones externas (adornos en las casas, en las calles y en los centros comerciales, mensajes, tarjetas, regalos, estrenos, música, reuniones, viajes, vacaciones, cenas familiares y fiestas, luces, árboles, pesebres y juguetes, etc.) ha de vivirse, sobre todo, al interior (Mt 6,6) de cada ser humano que reconoce a Dios como Padre, que se reconoce hijo de Dios, que es capaz de reconocer a todos como hermanos, que busca vivir de mejor manera el proyecto de hombre que Dios tiene para todo hombre y mujer que viene a este mundo. Proyecto de Dios para todo hombre que Jesús de Nazaret diseñó y continúa diseñando con su vida y evangelio: un nuevo estilo de hombre y mujer capaz de vivir en el amor de Dios dado y donado a todos en una vida vivida como entrega (Mt 10,39) y servicio a los demás, especialmente a los más necesitados del amor de Dios en el mundo, para que siempre sea NAVIDAD.