Hay
hombres y mujeres cuya vida marca – para bien de todos - la historia de la
humanidad. Hay hombres y mujeres cuya vida se convierte en un estandarte para
la vida de todos. Hombres y mujeres que con su vida dejan a su paso una estela
de bien y mejoran, con su obra, la vida de todos en la tierra: Ghandi,
Francisco de Asís, Pablo de Tarso, Martin Luther King, Teresa de Calcuta,
Nelson Mandela, Einstein, Da Vinci, Aristóteles, Marie Curie, Diana de Gales,
Einstein, Mahoma, Buda, Gutenberg, Confucio, Qin Shi Huang, Tsai Lun. JESUS DE
NAZARET es uno de ellos.
En el mes
de diciembre, los cristianos del mundo entero celebramos cada año la fiesta de
la NAVIDAD; es decir, la natividad o el Nacimiento de Jesús de Nazaret.
Celebración que no se refiere a una fecha histórica y cronológica exacta sino
muy aproximada y correspondiente a la celebración de la fiesta pagana del
nacimiento del Dios Sol. Los cristianos, para quienes Jesús de Nazaret es
confesado como la Luz del mundo (Jn 8,12) quisieron hacer coincidir el
nacimiento de Jesús de Nazaret con dicha fiesta en el imperio romano, que tenía
lugar por las calendas que hoy corresponden a nuestro calendario y navidad decembrina.
Jesús de
Nazaret nació hace unos 2017 años en Palestina, habitada por el Pueblo de
Israel del Antiguo Testamento, colonia del Imperio Romano en tiempos del
Emperador Augusto. Muy seguramente, Jesús nació en una pequeña aldea llamada
Belén, (Mt 2,1ss) en una pesebrera, a unas dos horas de camino, a pie, de la
Capital Jerusalén. Sus padres se llamaban José y María. Jesús creció en Nazaret
como uno más de los suyos y de su pueblo: carpintero, pescador, etc.
Cuando
tenía unos treinta años se lanzó por los caminos y pueblos de su tierra (Galilea,
Judea…) a predicar (Mt 4,23) una Buena Noticia según la cual hombres y mujeres
todos somos hijos de Dios que es Creador y PADRE del cielo, bueno, compasivo y
misericordioso, por lo que resultamos siendo todos HERMANOS, HIJOS del mismo
Padre, llamados a vivir en el AMOR, como único forma de relación entre las
personas y como único mandato para los que, en adelante, se llamarían sus
discípulos. Mandamiento del AMOR (Jn 13,34) entre los seres humanos que brota –
primero - del reconocimiento del AMOR de Dios por nosotros y que se concreta,
especialmente, en la verdad, en el perdón y en el servicio de los unos a los
otros. Vida en el AMOR que nos convierte en mejores seres humanos y que
convierte en mejor y más vivible y humana la experiencia de vivir y convivir en
sociedad y en el mundo.
Se juntó
con unos amigos, pescadores como él. La gente – especialmente los sencillos,
empobrecidos, pecadores públicos, marginados - lo seguía porque encontraban y
admiraban en él su “autoridad”, (Lc 4,36) es decir, coherencia entre lo que
vivía y lo que predicaba, entre sus palabras y sus hechos, a diferencia de la
hipocresía de otros maestros… Viviendo en el amor de Dios a quien confiadamente
llamaba “Abba”: “Padre” (Lc 11,2) a todos consolaba, curaba, liberaba. Todos los
que a él se acercaban encontraban en él “una fuerza”, la del amor de Dios
mismo, que les daba vida y “vida en abundancia” (Jn 10,10).
Jesús pasó
haciendo el bien (Hc 10,38) como un hombre fiel al Padre y fiel al ser humano.
Un hombre libre que frente a la ley de su tiempo predica y vive la misericordia
y la justicia y frente a un pretendido culto a Dios que olvida al ser humano
(Lc 10,35) opta por el amor y el culto a Dios en el hermano, especialmente en
el más necesitado. Libre de la ambición y la codicia, (Lc 12,15) libre del
miedo (Mt 102,8) y del qué dirán, libre del odio y del rencor, libre del apego
a las riquezas (Mt 6,24) y de la adulación (Lc 13,32) a los poderosos…
Por todo
esto, lo mataron colgándolo de una cruz (Jn 5,18). Después de su muerte, sus
primeros discípulos, a partir de una experiencia transformadora de sus vidas,
según la cual se confiesan hombres y mujeres nuevos, viviendo la misma vida que
el Maestro había vivido y les había predicado, confiesan a Jesús Resucitado y
Viviente (Mt 28,6) en medio de la comunidad cristiana y en la vida de los
cristianos, de cada cristiano.
Para los
cristianos la vida de Jesús – mediante el amor - revela de tal manera el rostro
de Dios que “quien lo ha visto a él ha visto al Padre” (Jn 14,9) y, por ya veinte siglos, es confesado el Hijo
de Dios.
Desde hace
ya dos mil años no hay un día en que nombres, eventos, hechos, palabras,
noticias en el mundo no tengan que ver con Jesús de Nazaret. El impacto de su
vida y obra es de tal magnitud en la historia de la humanidad que ésta se
divide en años y siglos antes y después de Cristo.
Por todo
ello, los cristianos nos aprestamos a celebrar, un año más, su nacimiento. El
nacimiento de Jesús de Nazaret. Aquel a quien confesamos nuestro “Camino,
Verdad y Vida” (Jn 14,6). Celebración que si bien ha de tener y tiene infinidad
de manifestaciones externas (adornos en las casas, en las calles y en los
centros comerciales, mensajes, tarjetas, regalos, estrenos, música, reuniones,
viajes, vacaciones, cenas familiares y fiestas, luces, árboles, pesebres y
juguetes, etc.) ha de vivirse, sobre todo, al interior (Mt 6,6) de cada ser
humano que reconoce a Dios como Padre, que se reconoce hijo de Dios, que es
capaz de reconocer a todos como hermanos, que busca vivir de mejor manera el
proyecto de hombre que Dios tiene para todo hombre y mujer que viene a este
mundo. Proyecto de Dios para todo hombre que Jesús de Nazaret diseñó y continúa
diseñando con su vida y evangelio: un nuevo estilo de hombre y mujer capaz de
vivir en el amor de Dios dado y donado a todos en una vida vivida como entrega
(Mt 10,39) y servicio a los demás, especialmente a los más necesitados del amor
de Dios en el mundo, para que siempre sea NAVIDAD.
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