El pasado 3 de octubre de este año 2020, en la víspera de la fiesta de San Francisco de Asís y en el octavo año de su Pontificado, el Papa Francisco presentó a los fieles católicos del mundo entero y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, su tercera Carta Encíclica sobre LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL, titulada con la frase “Fratelli Tutti” (Hermanos todos), que tanto acostumbraba pronunciar el “Poverello” de Asís.
Con estas dos palabras, título de la Encíclica, Francisco el Papa, como Francisco el de Asís, reclaman desde el inicio mismo del documento “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”.(1)
Un documento que aunque, lógicamente, bebe de las fuentes del Evangelio de Jesucristo y en primera instancia tiene como primeros destinatarios a los fieles de la Iglesia Católica por él guiada, cobra importancia, de primer orden, dada la autoridad mundial de este líder espiritual, reconocida por todos y en todos los ámbitos de la humanidad y, además, por la cobertura universal que tienen todos los temas que en ella trata el Papa Francisco. Por ello dice él mismo: “Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad”.(6). Y Sin olvidar la coyuntura histórica y mundial de la pandemia que estamos padeciendo, Francisco cuenta que “cuando estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada la pandemia de Covid-19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos….(7)
De otra parte, es una Encíclica con la que Francisco deja totalmente claro y definido su pensamiento social y su cosmovisión: un mundo – en el que según la Buena Nueva que es Jesucristo, vivamos en fraternidad universal, con signos de amor fraterno, concretos y comprometidos, hasta las últimas consecuencias, como el Buen Samaritano del Evangelio, que es Jesús mismo.
Tal es el interés que este Documento Pontificio ha suscitado, que ya empieza a ser equiparado con Cartas Encíclicas tan importantes para el concierto de las Naciones como la Rerum Novarum de León XIII o la Populorum Progressio de Pablo VI. Es decir, empieza a ser catalogada entre los más importantes documentos pontificios con los que la Iglesia – Madre y maestra – con su doctrina social, inspirada siempre en los hechos y palabras del Nazareno, quiere servir e iluminar a la entera convivencia humana, a las instituciones sociales y al desarrollo de los pueblos y naciones.
Sobre el propósito de la Encíclica dice el mismo Francisco que “no pretende resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos (6). Porque, dice el Papa: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos».
Y, para ello, en ocho capítulos y doscientos ochenta y siete numerales, Francisco nos interpela sobre la realidad de cada ser humano y de la realidad local y mundial que hoy se experimenta como vivir en “LAS SOMBRAS DE UN MUNDO CERRADO” (Capítulo Primero). Es decir, analiza “algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal”(9), tales como los sueños de progreso y humanidad “que se rompen en pedazos”, conflictos – especialmente bélicos – miedos y pesimismo frente al futuro, la falta de “conciencia histórica” y de un proyecto universal para todos, el “descarte” mundial que se manifiesta especialmente en el empobrecimiento de grandes mayorías, violaciones a los derechos humanos, una globalización y progreso social que no alcanza ni beneficia a todos por igual, pandemias y otros grandes flagelos, la tragedia de los movimientos migratorios de grandes masas humanas, los problemas de las telecomunicaciones que deshumanizan, aíslan y crean soledad, falta de dialogo y encuentro personal en la verdad y la “agresividad sin pudor” del consumismo, etc.
Pero quizá la crítica más profunda de Francisco en esta Carta se la hace al sistema económico-político-social del Capitalismo Neoliberal y su sistema de mercado sobre el cual dice: “no resuelve todo…Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social”.
Pero, dice el Papa, que a pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar, quiere hacerse “eco de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien. La reciente pandemia nos permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la propia vida. Fuimos capaces de reconocer cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes…”(54)
Sombras que el Papa ilumina con la Parábola evangélica conocida como del “buen samaritano” sobre “UN EXTRAÑO EN EL CAMINO”(Capítulo Segundo). Parábola que nos pide “PENSAR Y GESTAR UN MUNDO ABIERTO”(Capítulo Tercero), con un “UN CORAZÓN ABIERTO AL MUNDO ENTERO” (Capítulo Cuarto) en el que el quehacer de “LA MEJOR POLÍTCA”(Capítulo Quinto), mediante el “DIÁLOGO Y AMISTAD SOCIAL”(Capítulo Sexto)nos lleve por “CAMINOS DE REENCUENTRO” (Capítulo Séptimo) en el que “LAS RELIGIONES (se pongan) AL SERVICIO DE LA FRATERNIDAD EN EL MUNDO” (Capítulo Octavo).
Y en el hermoso entretejido de la Encíclica, aparecen por aquí y por allá, otros temas recurrentes en el Magisterio de Francisco, tales como: el evangelio y su dinamismo universal del amor, que convoca el compromiso de todo hombre y mujer de buena voluntad, la relación entre lo local y lo universal, la necesidad de la “cultura del encuentro”, el destino común de los bienes y la promoción humana a través del trabajo, etc.
Si bien el Papa hace un retrato desesperanzador y desconsolador de la experiencia histórica y social del ser humano en el mundo actual, al final se abre y nos abre a la esperanza para todos, como el mayor desafío que tiene la humanidad hoy, que - según el Papa – como en la enseñanza del evangelio del carpintero de Nazaret - está en la construcción de un mundo fraterno, en el que pasemos del individualismo que se vive desde las altas esferas políticas hasta en el uso que damos a las redes sociales; individualismo que aísla, deja solos a millones y se olvida de “los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos.(2) a la construcción, de un “nosotros” en el amor universal, por el reconocimiento de que somos hermanos, con un destino común y en una misma casa y mesa, en la que podamos llamarnos, con verdad: “Fratelli tutti” (Hermanos todos).
Fratelli Tutti es, entonces y ante todo, una invitación al compromiso de todos, personas, pueblos, gobiernos y naciones, para construir la esperanza que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna»[52]. Caminemos en esperanza.
Bienvenida esta Encíclica que está llamada a convertirse en la hoja de ruta de nuestros tiempos, de la entera familia de naciones y que convoca el compromiso de todos, si queremos – como lo anhelamos – un mundo mejor para nuestro presente y para el futuro de las generaciones venideras. Es el mismo Papa el que nos invita a soñar: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (8). “Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta” (137).