Un alto
funcionario del Vaticano, quien se reconoce como conservador en materia
doctrinal, le confiaba recientemente a un visitante que, aunque el Papa
Francisco sigue recibiendo críticas por lo que se percibe como falta de
claridad en el dogma de la Iglesia, lo que le inclina a apoyar al Papa es su
inquebrantable amor por los pobres, su insistencia en que el primer deber de un
cristiano es amar a su prójimo que sufre.
Este deber
de amar al pobre—a quien se encuentra discapacitado física o mentalmente, a
los parias, los extranjeros, los
desamparados, aquellos que sobreviven al margen de la sociedad—fue el tema de
la primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco: Evangelii Gaudium, la “Alegría del Evangelio”.
“Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de
la gracia interior del Espíritu, escribe el pontífice, … [y] existe un vínculo
inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.
Cada vez más iglesias locales están siguiendo este énfasis profundamente pastoral del Papa para desarrollar más programas que permitan que, quienes tienen más para dar, puedan compartir con aquellos que han sido privados de bienestar.
Cada vez más iglesias locales están siguiendo este énfasis profundamente pastoral del Papa para desarrollar más programas que permitan que, quienes tienen más para dar, puedan compartir con aquellos que han sido privados de bienestar.
En ese
sentido, monseñor Fernando Chomali, arzobispo de Concepción, Chile, ha lanzado
una iniciativa única a nivel mundial: un albergue móvil, llamado Alberguemóvil La Misericordia. La
arquidiócesis recaudó el dinero entre los negocios del área, y con la ayuda de
diseñadores y obreros de sindicatos, adaptó un autobús con cuatro camas, un par
de duchas y otras comodidades. Cada noche, el albergue móvil llega a la Plaza
Independencia y abre sus puertas para los desamparados.
Los voluntarios que trabajan en este programa se aseguran de cuidar a los
visitantes y amablemente los reciben y tratan con la dignidad humana, respeto y
nobleza que se merecen. “Más que ofrecer un servicio”, dice el arzobispo
Chomali, “devolvemos dignidad”. Él insiste que el albergue móvil no es un
“favor” a los desamparados de la ciudad, sino que representa una “labor de
justicia”.
Y continúa: “Se habla de que somos un país desarrollado, pero aquí hay gente viviendo en la calle” y es el deber de un cristiano cerrar la brecha que separa a los ricos de los pobres. Esa perspectiva sigue la insistencia del Papa Francisco de que, ante todo, la Iglesia está llamada a ayudar a “eliminar las causas estructurales de la pobreza y promover el desarrollo integral de los pobres”.
Ese
esfuerzo significativo, dice el Santo Padre, va de la mano con “los gestos más
simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que
encontramos”. El Alberguemóvil La Misericordia hace lo suyo y lo hace con
marcada eficiencia. Una de las voluntarias del albergue, Natalia del Pino,
estudiante universitaria dice que el albergue les da la bienvenida a los sin
hogar con “calor simple”, a lo que añade que “entrar no es difícil”. Sin dudas,
el Alberguemóvil La Misericordia atraerá a muchos en las noches de invierno.
Luz
Clarita, una de las beneficiarias de este albergue, declara: “Aquí nos contamos
historias y nos escuchamos”. Ana, otra visitante del albergue apunta: “nos
sentimos muy afortunados y le damos gracias al arzobispo”. Una estación de
noticias local reportó que el Alberguemóvil La Misericordia “conecta a un gran
número de personas que están listas para ayudar” con hombres y mujeres en
situación de calle, quienes “buscan unas pocas horas de confort, darse una
ducha con agua caliente y poder dormir un poco”.
Este
concepto de un albergue móvil seguramente tendrá seguidores en otras ciudades
de Chile y también en otros países. Podemos imaginar cómo funcionaría semejante
iniciativa en algunas de las grandes ciudades de los Estados Unidos. El Alberguemóvil
La Misericordia también posee un valor simbólico ya que de cierta manera reta a
quienes lo ven en la calle a hacer algo de su parte por los pobres.
Una vez más, el Santo Padre ha escrito: “Casi sin advertirlo, nos volvemos
incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante
el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una
responsabilidad ajena que no nos incumbe”. El Papa argumenta que, como los
pobres “conocen al Cristo sufriente. Es necesario que
todos nos dejemos evangelizar por ellos”. En Concepción, Chile, el alberguemóvil es un
modesto estandarte de la verdadera esencia de este papado.
La singular iniciativa del arzobispo Chomali pone de manifiesto el mensaje
de la Iglesia para la Primera Jornada Mundial de los Pobres, a celebrarse el
próximo 19 de noviembre de 2017, y en el cual el Papa Francisco proclama:
“Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos,
a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que
rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una
llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que
tiene la pobreza en sí misma”.
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