Fin
de año y comienzo del nuevo es época de despedidas y bienvenidas. Es época de
buenos deseos y de hacer votos por la prosperidad de los seres queridos y de la
entera humanidad. Pero, sobre todo, es tiempo de balances, de buenos propósitos
e intenciones….
Cuando
termina el año, evaluamos lo cosechado y lo no logrado respecto de los
objetivos y metas que nos trazamos para el año que termina… Metas que van desde
el plano meramente individual y muy personal hasta las que trascienden
fronteras familiares, sociales, raciales, ideológicas y culturales, para
abrirse a las mejores intenciones y propósitos por el bien de todos los que
habitamos la tierra.
Vivimos,
quién lo ignora y quién lo duda, tiempos de profundos cambios y de crisis que a
todos nos afectan, nos angustian y nos llenan de incertidumbre respecto del
futuro próximo de la vida de cada uno, de nuestros más próximos, de nuestros
connacionales y del mundo…
Cambios
y crisis que tocan todos los estamentos de la vida del hombre en sociedad y en
todo el planeta. Crisis y cambios que tienen que ver con la esfera de lo
político, lo económico, lo religioso, lo cultural, lo social, etc… Crisis de
estructuras, crisis en las instituciones y en las organizaciones sociales. Hay
crisis y cambios en lo tradicionalmente conocido y establecido… Si algo
caracteriza nuestro tiempo es la incertidumbre sobre lo que está por venir…
Nadie,
ninguno de nosotros, es ni puede ser un espectador pasivo o o ajeno ante lo que
pasa en el escenario de la vida del hombre sobre la tierra. Todos somos
corresponsables de la historia que vamos construyendo o destruyendo. Somos
profundamente solidarios en el bien y en el mal. Ninguna de nuestras palabras y
hechos, de nuestras acciones u omisiones deja de tener repercusiones en la
cotidiana tarea humana de construir mejores vidas personales, mejores familias,
mejor sociedad y mejor mundo….
Un
somero análisis de nuestra presente realidad a nivel micro o macro, a nivel
personal, familiar, social, nacional o mundial, nos permite reconocer grandes
avances y, al tiempo, enormes y muy graves problemas.
Los
avances tienen que ver, en su mayoría,
con el crecimiento en lo material y financiero, con el mundo del
mercado, de la ciencia, de la técnica, de la tecnología y de las
telecomunicaciones. Pero, lamentablemente, pareciera que a medida que crecemos
en lo material decrecemos en los aspectos morales y espirituales. La evidencia
de los acontecimientos cotidianos y noticiosos nos alertan sobre el
decrecimiento en el mundo de los valores e ideales profundamente humanos que
sustenten y promuevan la construcción de un mundo mejor, más justo, más
equitativo, más solidario, más compasivo, más fraterno: un mundo como una gran
mesa en el que todos tengan derecho al asiento y al compartir en paz y
prosperidad.
Deseo,
al comienzo de este año nuevo 2019 que todos hagamos conciencia de la
importancia que tienen cada una de nuestras muy personales e individuales
intenciones, decisiones acciones u omisiones para la construcción de las
estructuras e instituciones sociales. Que entendamos, de una vez por todas, que
nuestro ser y quehacer cotidiano no es indiferente al destino de toda la
humanidad. Que nuestro aporte y granito de arena cuenta y mucho en las
cordilleras de bien y de bienestar que hay que construir en la búsqueda de un
mejor presente y mejor mañana para todos. Que, a diario, no somos espectadores
sino protagonistas de nuestra propia historia de y de la de nuestros próximos.
Porque
si nuestros mayores y más graves problemas y crisis tienen que ver con las
estructuras sociales carcomidas por la corrupción, ello se debe a la crisis de
los hombres que las crean, conforman y sostienen y, más que eso, a la crisis
profunda de valores situada en el interior de cada uno de nosotros mismos:
crisis en el espíritu del hombre, de los hombres; crisis en el espíritu humano.
Invito,
por tanto, a todos a una evaluación honesta sobre los principios, valores,
metas e ideales que rigen nuestras actitudes y acciones. Invito a todos en esta
época de un año que termina y otro que viene y que esperamos todos con ilusión,
para llenarnos de los mejores anhelos, hacer los mejores votos y obrar en
consecuencia para para hacer del 2019 un año de mejores logos en la consecución
del bien común y de la paz para todos los hombres y todos los pueblos de la
tierra.
Es
mucho lo que hemos hecho pero mucho más lo que nos falta por hacer. Nuestra
historia y destino está en las manos de cada uno. Y nuestro quehacer y accionar
cotidiano dependen de lo que moral y genuinamente somos cada uno de nosotros
como personas, de nuestros valores e intereses. Y porque nuestras obras
reflejan nuestros valores, deseo que todos los días del 2019 nos revelen a cada
uno de nosotros como mejores seres humanos y mejores ciudadanos del mundo. Bien
lo dice la canción: “Año nuevo, vida
nueva, más alegres lo días serán… “FELIZ y PROSPERO AÑO NUEVO!