El 13 y 19 de
marzo, el mundo católico celebrará seis años de la elección e inauguración del
Pontificado de Francisco ocurridas en el año 2013.
Seis años son un buen
trecho recorrido para mirar atrás y evaluar lo andado pero, sobre todo, para
proyectar el futuro próximo que nos espera y desafía bajo la guía de este
hombre, de este cristiano y de este pastor, reconocido como líder espiritual
por y para toda la humanidad.
Algo de su Perfil…
Su pontificado ha
causado admiración y a nadie ha dejado indiferente, bien por el novedoso perfil
de su genuina personalidad como ser humano y como Papa o bien por los temas,
acentos y énfasis de su ministerio Petrino.
Porque Francisco es,
primeramente, un hombre latinoamericano, un cristiano, un sacerdote jesuita que
abrazó y abraza la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret para hacerlas su
propia vida y sus propias enseñanzas. Y esta manera de querer vivir
auténticamente el evangelio de Jesucristo, de manera sencilla, transparente y
sin poses, no es ajena ni escapa al asombro y admiración de todos, dentro y
fuera de la Iglesia Católica.
Su propio temperamento
y su vida como cristiano lo convierten, además, en un hombre y pastor cercano,
sencillo, humilde, en uno como nosotros. Jorge Mario Bergoglio es, como hombre y
como Papa, un ser cotidiano, sencillo y auténtico en sus palabras y gestos, en
los temas que trata, en sus actitudes y en su modo de comunicarse y acercarse a
todos…
Su manera de ser y
estar en la Iglesia y en el mundo lo muestran como un hombre conservador en su
doctrina pero progresista en sus actitudes y enfoques; como un buen pastor,
acogedor, compasivo e incluyente y no excluyente (por ejemplo en su
acercamiento al puesto de las mujeres y de los homosexuales en la vida de la
Iglesia) y como un Papa que tiene, quiere y propone una nueva manera de
entender las formas de gobierno al interior de la Iglesia hasta aparecer y
presentarse él mismo como “anticlerical”.
Sus Retos y Respuestas…
Devolver la confianza y
la credibilidad del mundo y de los fieles católicos en la Iglesia Católica, en
sus jerarquías, en sus instituciones, y en su mensaje es, sin duda, el gran
reto que afronta la Iglesia en tiempos del gobierno del Papa Francisco. Y esto,
porque el Pontificado de Francisco está siendo desafiado por importantes temas
y problemas – al interior y exterior de la Iglesia - que hay que afrontar y
resolver para la vida y el ser y quehacer de la Iglesia en el mundo.
A dichos problemas y
retos Francisco ha respondido poniendo la cara, sin aspavientos ni mucho ruido,
pero sí, con toda la determinación y seriedad que dichos
desafíos demandan del Jefe y Guía de la Iglesia Universal.
A continuación, enumero
brevemente los que a mi parecer son esos grandes desafíos que tiene el
Pontificado de Francisco y las respuestas que el Papa ha venido dando en cada
caso durante sus seis años de Pontificado.
En primer lugar, urge que la Iglesia
Católica, sus autoridades, especialmente en la persona de su jefe y guía
universal, se posicione y lidere posturas en los grandes temas que interesan a
la misma Iglesia y a la entera humanidad. Urge que la luz “no se quede debajo
de las camas sino que alumbre a todos los que están en casa”. Urge que la luz
“brille en medio de las tinieblas”. Urge que la predicación de la Iglesia salga
de las sacristías para iluminar el camino de todos los hombres y mujeres de
buena voluntad en los grandes temas, de toda índole, de la existencia humana y
de la vida en sociedad.
Respondiendo a este
desafío, Francisco, como hombre latinoamericano, conocedor de primera mano de
los distintos clamores, angustias y rostros que tienen los gravísimos problemas
sociales que el hombre de hoy padece y desde las primeras horas de su
Pontificado, ha pedido a la Iglesia “salir hacia las periferias”. Lo que significa
e implica, no sólo salir hacia las periferias geográficas sino también y sobre
todo hacia los temas centrales del mundo y de toda la humanidad que la Iglesia,
quizá, convirtió en periféricos.… Pero además, Francisco, en todos sus
mensajes, se muestra interesado por los problemas cotidianos y de toda índole
en medio de los cuales viven los seres humanos con la certeza y convicción de
que el evangelio de Jesús puede iluminar y esclarecer la existencia de todo el
hombre y de todos los hombres, con su misterio, sus problemáticas, sus luces y
sombras (Cfr. GS 22). La apertura de Francisco a todo tema que interese a todos
ha quedado demostrada, además, en sus múltiples viajes, mensajes y encuentros
con líderes políticos y religiosos del mundo entero.
En segundo lugar, Francisco ha empeñado
gran parte de estos seis años de su Pontificado en una gran reforma al interior
de la Iglesia que parta desde el seno mismo de la organización del Estado
Vaticano y, en concreto, de la Curia Romana, de sus dicasterios, de su
organigrama, de las cuentas, etc. Con la convicción de que el testimonio
empieza por casa, Francisco nombró desde el inicio de su Pontificado una
comisión de Cardenales encargados de dicha reforma como sus consultores y
consejeros inmediatos. Reforma que no ha sido fácil para el Papa por las
resistencias que, en el seno mismo de la vida Vaticana, han surgido y se han
evidenciado.
Un tercer desafío, el más mediático de
todos, tiene que ver con los escándalos que, en materia sexual, vienen minando
la credibilidad de la Iglesia, especialmente por abusos sexuales cometidos
contra menores (pederastia) por parte de ministros ordenados y de hombres y
mujeres consagrados (obispos, presbíteros, religiosos y religiosas). Crímenes
sexuales cometidos, una inmensa mayoría de ellos décadas atrás y otros muchos
en tiempos recientes, que hoy salen a la luz pública gracias a las denuncias,
al pago de demandas y, sobre todo, a la inmediatez de los acontecimientos en
que hoy vivimos debido a la comunicación por los medios y las redes sociales.
En ésta, como en las
materias más importantes de la vida de la Iglesia, Francisco ha tomado las
riendas, ha puesto la cara y las cartas sobre la mesa para que se discuta y
ventile el tema sin tapujos ni miedos. El gobierno del Papa Francisco ha tomado
decisiones drásticas, ha legislado, se ha encontrado personalmente con las
víctimas, ha pedido perdón, ha castigado, ha reducido a muchos clérigos a la
vida laical, ha decretado tolerancia cero, pero – sobre todo – ha denunciado la
hipocresía de nuestra actual vida en sociedad en la que priman el hedonismo y
la pansexualidad. Sociedad pansexualista y libertina en materia sexual en la
que nacen, se forman y de la que provienen también los sacerdotes y religiosos
y que después se rompe las vestiduras por los crímenes sexuales – de toda
índole – que ocurren a diario por centenares en el mundo entero y que son
cometidos no sólo por clérigos sino por hombres y mujeres de todas las
condiciones y estados de vida.
Por último: todo lo anterior, configura
un desafío más y no menos importante para la Iglesia Católica: la actual y
creciente desbandada y/o caída en el número de fieles católicos que se registra
en todas las latitudes, debido - en la mayoría de los casos - a las
problemáticas antes enunciadas. Francisco es consciente de ello y con su
personalidad, sus acentos, su vida y su Pontificado propende, sobre todo, por
una vida cristiana y eclesial según la cual la autenticidad y calidad del
catolicismo y del discipulado de Cristo por parte de los creyentes prime sobre
la cantidad; y que la cantidad sea una resultante del testimonio y del
seguimiento auténtico de Cristo por parte de los cristianos.
Que Dios bendiga a
Francisco para que, con la autoridad y autenticidad humana y cristiana mostrada
en estos seis años de Pontificado, continúe guiando la vida de la Iglesia e
iluminando el camino de toda la humanidad por muchos años.
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