“Año nuevo, vida nueva”, reza un
conocido refrán. Porque el inicio de un nuevo año civil es una magnífica
oportunidad para revisar, evaluar, enmendar, enderezar, sanar, pasar páginas,
perdonarnos y perdonar, olvidarnos y deshacernos de lo viejo y de lo que
estorba, reinventar, emprender y volver a empezar…. Una oportunidad para
experimentar que podemos renovarnos y recomenzar con nuevas ánimos, ilusiones y
energías el camino que nos conduzca a la realización de nuestros mejores
anhelos e ideales… Una oportunidad nueva para construir esperanza. Un año
nuevo, en definitiva, es una ocasión propicia para hacernos “nuevos” como el
año que comienza…
Y nunca tan necesaria esta esperanza de
lo “nuevo” como en nuestras actuales circunstancias sociales, nacionales y
mundiales. Minuto a minutos, los medios de comunicación nos transmiten
noticieros plagados de malas noticias, de noticias desalentadoras sobre la vida
de los hombres y de los pueblos: sin sentido de la vida, suicidios, crímenes,
conflictos y rompimientos familiares, corrupción en la vida de líderes
políticos y religiosos, corrupción en la administración de la cosa pública,
negligencia y mala calidad en la administración de los servicios públicos
esenciales (salud, vivienda, educación, etc.) empobrecimiento de las mayorías
versus el enriquecimiento escandaloso y desbordado de unas élites, conflictos
internos nacionales y amenaza de conflictos y guerras entre naciones, carrera
armamentista, desengaño electoral y político en muchas naciones por el pésimo
desempeño de sus líderes, desesperanza, injustica, mil formas de violencia y de
muerte…
¿Qué decir ante este angustioso
panorama que, en la realidad cotidiana del mundo y en los noticieros, parece
asfixiar los signos de bondad, de verdad, de justicia, de rectitud y de
honestidad que también subsisten – quién lo niega – en muchos hombres y en
todos los rincones de la tierra?
Que todos tenemos que replantearnos
cada día y con mucha seriedad y honestidad: ¿Cuál es el proyecto individual de
vida que queremos para cada uno de nosotros? ¿Cuál es el tipo de sociedad que
queremos construir y en el que queremos vivir nosotros y los que vienen? ¿Cuál
es el tipo de sistema político que anhelamos, que elegimos, que deseamos para nuestros
pueblos? ¿Cuál el tipo de sistema económico en el que queremos vivir y con el
que queremos disfrutar cada día el don de nuestra existencia humana? Y, muy
importante ¿Cuál es el planeta en el que queremos habitar para poderlo
entregar, con las mejores condiciones de vida humana posible, a las futuras
generaciones?
El fracaso mayoritario y mundial de
planes políticos y económicos es rotundo e innegable. También saltan a la vista
los alzamientos, reivindicaciones y protestas sociales justas en tantos pueblos
y naciones. La brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que no
tienen nada no ha logrado ser ni revertida ni superada. Las amenazas a la paz
mundial siguen latentes. El desmesurado crecimiento macro económico de las
grandes corporaciones y multinacionales frente a la miseria de muchos. El
padecimiento de los millones de hombres y mujeres que, emigrando de sus
terruños, buscan un futuro mejor nos cerca y nos acosa por todos lados. El
hambre de millones contra el confort indiferente de unos pocos. El manejo
mentiroso y corrupto de la propaganda, las elecciones y la agenda de la
política y de los políticos. La inequidad, las injusticias y las violencias
diseminadas por todo el orbe evidencian nuestros fracasos, egoísmos y
frustraciones sociales y, al mismo tiempo, ponen de presente nuestros mayores
retos y más grandes desafíos.
Y en el fondo de todo lo anteriormente
enunciado subyace, en la praxis, en la cotidianidad y en las relaciones de
nuestras vidas individuales, la ausencia de los valores más elementales y
profundos del ser humano y una falta de autoridad, de transparencia y
coherencia entre lo que creemos y lo que
practicamos, entre lo que vivimos y lo que aspiramos. Incoherencia hipócrita
que se traduce en instituciones y estructuras sociales corrompidas por la
búsqueda desenfrenada egoísta y hedonista de placer, la codicia y la ambición a
toda costa por el tener y el ansia de poder para aplastar y reprimir los
mejores ideales del ser humano.
Qué tenemos qué hacer? ¿Hacia donde
tenemos que caminar juntos y aunando los mejores esfuerzos y esperanzas de
todos? Ha llegado el momento de cambiar estereotipos y modelos sociales que ya
no funcionan porque producen los frutos y las circunstancias adversas por
inhumanas y catastróficas ya mencionadas. Ha llegado el momento de anteponer el
bien común al bien individual. De anteponer los objetivos y fines comunes
(ambientales, sociales y gubernamentales) a las solas ganancias de las grandes
empresas y corporaciones financieras. Ha llegado el momento de darle un sí a la
vida y a la vida abundante en contra de una cultura de la muerte. Es el tiempo
de darle un sí a la solidaridad, a la libertad, a la verdad, a la honestidad,
al diálogo, a la participación, a la paz, al respeto por las culturas
diferentes y por la naturaleza en contra del individualismo egoísta, del
consumismo, de la intolerancia, de la injusticia, de la discriminación, de la
marginación, de la corrupción moral y administrativa y de todas las formas de
inequidad y violencia.
Si queremos superar los abundantes y
muy graves males que azotan y afligen a la comunidad humana actual, hemos de
proponernos vivir todos un año nuevo en el que el respeto por la persona y por
la vida humana esté por sobre cualquier otro valor o interés, para lograr la
construcción de una nueva sociedad y un mundo mejor en el que la ética prime
sobre la técnica, el servicio sobre el poder, el trabajador sobre el capital y
lo trascendente sobre lo inmanente y pasajero….
Les deseo pues a todos un
feliz año nuevo 2020, que será feliz en la medida en que, todos, así lo
queramos y lo construyamos!