Este
próximo 13 de marzo se cumplirán, entonces, los cinco primeros años de la
elección como Papa de Francisco y el 19 de marzo de 2018 los cinco años de la
solemne inauguración del Pontificado del primer Papa Jesuita y Latinoamericano
de la ya bimilenaria historia del papado en la Iglesia.
Han
sido para la Iglesia y el mundo, quién lo duda, cinco años densos, llenos de
sorpresas, de novedad, de remozamiento y de frescura. Cinco años en los que se
han concretado los aires –también frescos – para la Iglesia y el mundo con los
que soñaba el Papa Juan XXIII cuando sabia y felizmente convocó aquel 25 de
enero de 1959 la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II. Aires frescos
y de renovación para la Iglesia que nos han llegado con el ministerio del Papa
Francisco gracias a su estilo. Porque como dijera el filósofo griego
Protágoras: “El estilo es el hombre”.
Y el estilo que Francisco le ha imprimido a su Pontificado tiene que ver con la
esencia de su propia humanidad, de su vida cristiana, sacerdotal y
jesuítica, que me gustaría poder resumir
en tres palabras: cercanía, humildad y misericordia. Mejor todavía, en una frase: el
pontificado de Francisco ha sido un ministerio cercano, humilde y compasivo.
Cercano
a las realidades que él mismo llama realidades periféricas tanto geográficas
como existenciales de la humanidad, de la sociedad entera y de la mismísima
comunidad eclesial. Realidades periféricas en las que viven y padecen los más
necesitados de la luz del evangelio y del amor compasivo y misericordioso de
Dios; amor del que deben ser portadores los discípulos de Cristo en Iglesia
para todos los discriminados de mil maneras por credos, razas, procedencias,
condición sexual, pobres entre los pobres, marginados, rechazados,
empobrecidos, migrantes, divorciados, etc. Cercanía a las realidades de todos
los hombres y mujeres del mundo con la que el Papa Francisco concretiza la nota
de catolicidad o universalidad de la
Iglesia. Cercanía que, en Francisco, se convierte en diálogo y apertura a las
realidades de todo el hombre y de todos los hombres.
Humilde,
sencillo, transparente, abierto, franco, coherente, amigo. Así es la
personalidad del hombre Jorge Mario Bergoglio y así vive y se manifiesta en
todos sus hechos y palabras el Papa Francisco. Son muchos los gestos novedosos,
austeros, refrescantes, inquietantes, proféticos y llenos de alegre y humilde
significado evangélico que ha realizado Francisco a lo largo de este lustro al
frente de la barca de Pedro. Gestos con los que – coherentenmente – acompaña su
discurso: su reconocimiento como pecador y el reconocimiento permanente de los
pecados de la Iglesia, su insistente petición para que recemos por él, el
cambio de vivienda, el auto en el que se desplaza, su cercanía a enfermos y
encarcelados lavando los pies en jueves santo, sus vestiduras y ornamentos, su
presentación como el obispo de Roma, su reivindicación como un hombre del común
y del pueblo, etc. Humilde cercanía reconocida por el mundo entero y
plasmada en cientos de portadas de las
más importantes revistas del mundo.
Misericordioso:
si algo caracteriza la revelación que del amor de Dios por el hombre hace Jesús
de Nazaret es la compasión y la misericordia. Si algo caracteriza el ejercicio
del ministerio de Pedro en el Papa Francisco es su insistencia y presencia
misericordiosa en todos sus gestos y en toda su predicación. Tan característica
es la misericordia en la vida y obra de Francisco que para celebrar los
cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II convocó a toda la
Iglesia el 13 de marzo de 2015 a la celebración de un Año Santo extraordinario
y Jubileo de la Misericordia.
Personalidad
y cercanía humilde y compasiva que no le impide ni le resta autoridad,
sabiduría, fuerza, determinación y coraje para liderar y enfrentar profundas
reformas que urgen en el seno mismo de la Curia Vaticana y de la Iglesia
Católica.
Esta
cercanía humilde y compasiva de Francisco queda, por supuesto, plasmada y
manifiesta en todas las obras de su Pontificado. Obras bien resumidas, en sus
cientos de discursos, cartas, homilías, etc., y especialmente, en sus viajes
pastorales y en sus documentos, entre los cuales sobresalen:
Las
Cartas Encíclicas:
- Laudato si (sobre el cuidado de la casa común) y
- Lumen Fidei (sobre la luz dela fe) y
Las Exhortaciones Apostólicas:
- Amoris Laetitia (sobre el amor en la familia) y
- Evangelii Gaudium (sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual).
No queda sino:
- Celebrar y congratularnos, con enorme alegría y gozo cristiano, por las bendiciones que para el mundo y la Iglesia han significado estos cinco años de Pontificado de Francisco.
- Pedir que sean muchos los años por venir en los que – al frente de la Iglesia – nos acompañe Francisco con su cercanía humilde y compasiva.
- Responder a su constante petición de rezar por él, para que Dios le conceda sabiduría, salud y fortaleza en su ministerio petrino.
- Seguirlo, escucharlo y procurar imitarlo en la autenticidad de su vida cristiana.
Y para bien de la Iglesia y del mundo: ¡AD MULTOS ANNOS PAPA FRANCISCO!
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