Autobuses transportando seres humanos para tirarlos y abandonarlos en alguna ciudad “santuario” o en cualquier otro lugar, según el antojo de gobernantes, de Florida o Texas por ejemplo, como quien hace trasteo de ganado, con saña, burla y desprecio por los más elementales derechos humanos y para satisfacer – como en un macabro y repugnante juego - caprichos partidistas, son imágenes y noticias recientes que todos conocemos, que nos dejan entre perplejos e indignados y que nos hablan del grave y vergonzoso deterioro y degradación moral y social que el manejo político de la situación de los inmigrantes está teniendo en esta nación.
Nación que se
jacta de ser, para el mundo, modelo de democracia y de respeto a los derechos
humanos. Lo anterior, sin contar los enormes sufrimientos, que de mil maneras
padecen, en largas travesías, todos cuantos quieren alcanzar “el sueño
americano”.
Los
movimientos de la migración humana en nuestro mundo y tiempo están alcanzando
un dramatismo insospechado y las tragedias humanas (separación de familias,
enfermedades, violencia, desarraigo, hambre, muerte, etc.) que estos
movimientos están provocando escapan al control de gobiernos y de naciones. El
resultado es un escenario dantesco y catastrófico, con miles de vidas humanas
en condiciones infrahumanas, que habla muy mal de nuestro espíritu humano en
tiempos de globalización y de avances científicos y tecnológicos de los que nos
ufanamos.
De muy poco
sirven los avances materiales si no avanzamos o, peor, retrocedemos en
humanización, en solidaridad y en justicia. Todo esto habla mal de nuestro
grado de civilización y de la búsqueda del bien común – y no de intereses
particulares y corruptos – que deben liderar y por los que deben velar nuestros
gobernantes de aquí y de los países de donde provienen los migrantes.
Desde la
última REFORMA MIGRATORIA, llevamos décadas escuchando hablar en esta nación de
la urgencia de este asunto. Desgraciadamente el tema de la Reforma Migratoria,
se ha manoseado y politizado de tal manera, por los politiqueros de turno, que
lo han aprovechado, no por el afán de hacer justicia y procurar humanidad sino
con el interés electorero de uno u otro bando.
Juego
electoral mezquino y perverso por el que los partidos se echan culpas el uno al
otro, o se turnan el tema o lo bloquean indefinidamente y que deja en el medio,
sufriendo y en la incertidumbre, a millones de personas que – ya dentro de
nuestras fronteras y residiendo aquí por muchos años - buscan regularizar y
normalizar su situación como ciudadanos en esta nación, con los deberes y
derechos que eso conlleva, para dejar de vivir en el miedo, en el ostracismo,
en la penumbra y a merced de tantos abusadores de derechos humanos y civiles.
Abusadores que encuentran en los inmigrantes indocumentados la oportunidad de
pagar barato la mano de obra, de explotar laboralmente y de perseguir a quienes
no se someten a sus violencias e injusticias.
Pero existen
intereses superiores a los intereses partidistas, demagógicos y electoreros que
hay que rescatar y enarbolar a favor de una postergada y urgente reforma
migratoria. Temas como el reconocimiento de los derechos humanos y civiles,
como el reconocimiento al valioso aporte cultural y al trabajo que en la construcción
del desarrollo y progreso de esta gran nación han hecho los inmigrantes, el
derecho a una vida digna y a una patria y la necesidad de que la estabilidad de
esta nación se funde sobre el respeto al ser humano y a valores como la
equidad, la justicia, la paz social y el respeto por la vida.
Organizaciones
sociales, iglesias, etc., buscan con algunos aportes y acciones humanitarias
paliar tanto dolor y aminorar el drama humano de los migrantes dentro y,
esperando entrar, fuera de nuestras fronteras. En SOMOS Community Care,
organización médica de la cual formo parte como su CEO, por ejemplo, ofrecemos
atención médica que los migrantes recién llegados a nuestra ciudad de Nueva
York requieran.
Pero todo esto
son “paños de agua tibia” que no solucionan de raíz el problema y que – quizá –
logren el efecto contrario y no deseado: el de alargar la pesadilla que padecen
millones de hermanos.
La solución a
este problema humano, tan grave y complejo la tienen los legisladores. ¡Basta
ya de postergar una decisión legal contundente y definitiva para los migrantes
indocumentados en nuestra nación! ¡Urge voluntad y decisión política de quienes
tienen la tarea constitucional de legislar en bien de todos!
Sin ignorar
que dicha decisión pasa también por un trabajo mancomunado con los gobiernos de
los países de donde provienen las mayorías migrantes, culpables del
multitudinario éxodo – casi siempre - por la corrupción administrativa que
empobrece y produce todo tipo de inequidades sociales, injusticias y violencias
que obligan a tantos a dejarlo todo en búsqueda de mejores condiciones de vida.
Son
responsables también, en la solución de este descomunal problema humano, social
e internacional los líderes políticos, sociales y religiosos de nuestras
comunidades en los Estados Unidos, y pienso aquí, en este momento,
especialmente en los líderes de la comunidad hispana. La REFORMA MIGRATORIA
como acción política y legal requiere del compromiso, de la organización, de la
unión de todas las fuerzas y de manifestaciones como instrumento de presión
social ante nuestros legisladores.
El fenómeno
migratorio hoy no es el mismo de hace décadas. La humanidad y su historia son
dinámicas y siempre cambiantes. Por lo que la REFORMA MIGRATORIA que urgimos ha
de tomar en cuenta las nuevas realidades y cambios culturales y sociales de los
últimos tiempos.
Cuando un ser
humano sufre la humanidad sufre. Por lo que nadie puede sentirse inexcusable o
ajeno ante el fenómeno de la migración y sus padecimientos. Todos somos
responsables y todos podemos y debemos poner lo mejor de nosotros, nuestros
mejores esfuerzos, en la búsqueda de una solución legal definitiva que les
devuelva el derecho a una vida digna y a la esperanza en un mejor mañana a
millones de hombres y mujeres que lo necesitan y lo merecen.