jueves, 20 de julio de 2023

LA MEJOR POLÍTICA

Agradezco la invitación para participar en este Seminario de Líderes Católicos.

Se me pidió que comparta con ustedes unas reflexiones sobre LA CULTURA DEL ENCUENTRO Y LA AMISTAD CÍVICA, desde el Magisterio del Papa Francisco, y lo que estas categorías y doctrinas suponen – como desafíos - para la vida y participación política de los hispanos católicos presentes en esta Nación.

En su Magisterio Petrino y especialmente en la Encíclica Fratelli Tutti, del 03 de octubre de 2020, el Papa Francisco, invitándonos a la construcción de un mundo mejor, mediante la convivencia fraterna, a la que nos invita a todos Jesús de Nazaret en su evangelio, nos exhorta a hacer posible mejores relaciones y comunidades, mediante la amistad cívica, ciudadana o social; amistad que posibilite la “cultura del encuentro”. 

“Amistad cívica” y “cultura del encuentro”: dos categorías que no son propiedad doctrinal o ideológica ni del cristianismo ni de nadie y sí, patrimonio de toda la humanidad.

La “cultura del encuentro” supone, en los individuos, la “virtud cívica”, que hunde sus raíces en el pensamiento y enseñanza de grandes filósofos griegos como Platón y Aristóteles. Virtud cívica y de lo cívico y social que implica una ética ciudadana, una normatividad que regule la indispensable y necesaria convivencia social.

Virtud cívica que, de darse entre los ciudadanos, puede cimentar la amistad cívica o social y, con ella, posibilitar la “cultura del encuentro”, como un ideal para la convivencia humana. Entendiendo que “la virtud cívica es una motivación para actuar según requiere de nosotros el bien de la sociedad, mientras que el interés propio es indiferente ante dicho bien. Así, pues, la motivación egoísta no puede ser virtuosa en ningún caso https://www.scielo.org.mx/scielo)

De esta manera, la amistad cívica, ciudadana o social, no consiste en los buenos modelos de urbanidad que hay que guardar en las relaciones personales y sociales, sino que trata de las relaciones que han de darse entre los ciudadanos en la búsqueda del bien común. 

Lo cual supone que, independientemente de nuestros intereses particulares o de nuestras diferencias políticas, religiosas, etc., hay – en la vida social – temas (educación, salud, etc.) en los que todos hemos de poner nuestro mejor empeño en la búsqueda del bien social general. 

Por tanto, la amistad cívica, al tiempo que exige el respeto de los derechos humanos individuales se ubica en un nivel de intereses y derechos superiores, aquellos que tienen que ver con la búsqueda del bienestar de todos. De tal manera que la amistad cívica se convierte en la condición sin la cual no es posible la aristotélica “concordia pacífica y social”, porque los amigos velan por el bien de todos los amigos.

El Papa Francisco, “reconociendo la dignidad de cada persona humana”, anhela que “podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad… como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos…” (FT 8). 

Una fraternidad universal que sea “sin fronteras”, que debe construirse – y precisamente por ello - en medio de “sueños que se rompen en pedazos”, de “derechos humanos no suficientemente universales” de “conflictos y miedos”, de “Globalización y progreso sin un rumbo común”, en medio de “sombras de un mundo cerrado”, de pandemias y otros flagelos de la historia, etc.

Fraternidad universal que – según el Papa Francisco- nos abre a la esperanza para “gestar un mundo abierto”, teniendo como valor único el amor, en sociedades donde se integre a todos, con un amor solidario y universal que promueva a las personas y con “derechos sin fronteras”, siempre que los hombres y mujeres descubran la gratuidad en la vida de cada día para ser capaces de gratuidad con los otros, con “un corazón abierto al mundo entero”, a toda la humanidad.

Con estos presupuestos, el Papa Francisco construye su doctrina de “la mejor política”, afirmando que “para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto. (FT 154)

Una política que ha de construirse sobre el fundamento del “amor político”, eficaz, que integra y reúne y mediante la amabilidad y el gusto de reconocer al “otro”. Mediante el diálogo social, la verdad y los consensos para hacer posible – en amistad social - el surgimiento de una nueva cultura: la cultura del encuentro.

Entendiendo por “cultura” según Francisco: “algo que ha penetrado en el pueblo, en sus convicciones más entrañables y en su estilo de vida. Si hablamos de una “cultura” en el pueblo, eso es más que una idea o una abstracción. 

Incluye las ganas, el entusiasmo y finalmente una forma de vivir que caracteriza a ese conjunto humano.” (FT 216) 

Entonces, “hablar de “cultura del encuentro” significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos.” (FT 216)

“Mejor política”, “amistad social” y “cultura del encuentro” que, en la visión del Papa Francisco, tienen como última finalidad la construcción de la paz o del reinado de Dios (en Teología bíblica) mediante el perdón, como expresión del amor universal y evangélico; tarea a la que tienen que servir en el mundo todas las religiones. (FT Cap. 8) 

Porque “en muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia.” (FT 225)

Este sueño, este anhelo del Papa Francisco contiene muchas implicaciones para nuestra vida cotidiana como ciudadanos y, por ello, para nuestra vida y participación política, en el sentido griego más amplio del significado del término “política”, como búsqueda del bien común de la “polis”, de la ciudad y de todos los ciudadanos en ella.

Así, la vida ciudadana como ejercicio de la política o el ejercicio de la política como elección profesional partidista y de quehaceres electorales y gubernamentales no es, primeramente, un asunto de leyes sino de convivencia ética, vale decir, de convivencia que busca – mediante el don de la amistad entre los hombres – el bien de todos.

La política no es un ejercicio de publicidad, de discursos mentirosos, de búsqueda de privilegios e intereses particulares. La política es, ante todo, un ejercicio cotidiano de valores e intereses comunes compartidos en la búsqueda del beneficio de todos, especialmente de los más necesitados de la polis, de la sociedad.

Los noticieros nos cuentan a diario que esfuerzos mancomunados nos benefician a todos, pero que el ejercicio de la política individualista, egoísta, lleno de ambiciones por el poder y el lucro lleva, también a todos, a la ruina social. 

El ejercicio de la política cotidiana, con nuestros, hechos, palabras y actitudes ciudadanas o el ejercicio profesional en el liderazgo social político hace que todos nos salvemos o que todos nos hundamos, porque somos profundamente solidarios y corresponsables en el bien, pero también en el mal.

Hoy, por desgracia, especialmente en el ejercicio profesional y partidista de la política, el concepto de amistad se asocia con el de complicidad para la corrupción en el manejo y administración de lo público.

Pero el egoísmo e individualismo en lo público y la corrupción política por ausencia de “amistad social” y de sentido fraterno y universal en la vida ciudadana, van socavando las instituciones democráticas y generando “discordia social”, que se traduce en trágicas formas de violencia, de injusticia, de inequidad y de muerte.

Señores y señoras, ustedes son líderes en distintas áreas de la vida en sociedad. Ustedes son líderes de la comunidad hispana presente en esta Nación. 

Ustedes están llamados a orientar, guiar, liderar a las personas de sus entornos profesionales y comunitarios hispanos en la construcción de la amistad social, para la cultura del encuentro, la “mejor política” y la paz social. 

Ustedes tienen el encargo de formar, educar y liderar a nuestras comunidades hispanas para el ejercicio ciudadano cotidiano en beneficio de todos y de las mejores causas. 

Ustedes tienen la capacidad y responsabilidad de “dar gratis lo que han recibido gratis” para construir el mundo con el que sueña Francisco y con el que soñamos todos: un mundo en fraternidad universal y con abundancia de vida para todos. 

Un mundo en el que todos nos respetemos nuestros derechos y cumplamos con nuestros deberes. 

Un mundo en el que pasemos de ser anónimos, individuos agregados sociales o socios y competidores a reconocernos hermanos con un destino común, en una casa común. 

Un mundo en el que como, discípulos de Cristo, y mediante el mandamiento del amor, convivamos todos como hermanos, hijos del mismo Padre.

De todos nosotros depende que las generaciones presentes y futuras de hispanos en los Estados Unidos tengamos mejor y mayor participación ciudadana y política y, con ello, mejores vidas y una mejor Nación.

¡Muchas gracias!


Mario J. Paredes es miembro de del Consejo General Directivo de la Academia Latinoamericana de Lideres Católicos.