miércoles, 30 de diciembre de 2020
domingo, 27 de diciembre de 2020
martes, 22 de diciembre de 2020
martes, 24 de noviembre de 2020
miércoles, 4 de noviembre de 2020
Programa de Vacunación contra la COVID-19 del Estado de Nueva York
El Gobierno del Estado de Nueva York acaba de anunciar su Programa de Vacunación contra la COVID-19, un plan integral de acción que habrá de aplicarse en cuanto esté disponible una vacuna fiable para su distribución masiva. Debemos conferirle el crédito respectivo al gobernador Cuomo por su constante liderazgo durante la pandemia y por encabezar este esfuerzo, el cual aspira, según ha escrito el propio gobernador, a convertirse en “el mejor programa de vacunación” del país entero.
Este documento, señala el resumen ejecutivo, “describe los pasos que deben seguirse y los protocolos que deben aplicarse para garantizar la seguridad y la eficiente distribución y administración de la vacuna en beneficio de los neoyorquinos”. Dada la gran cantidad de “dudas” que aún existen, el Programa está “diseñado para ser flexible”. El Programa fue elaborado a petición de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). “Se espera que el Gobierno federal marque los lineamientos sobre la manera de distribuir y administrar la vacuna una vez que la entregue a los estados”, indica el resumen ejecutivo.
Una función relevante del Programa es elevar la confianza pública en este proceso: en septiembre, apenas alrededor del 50 por ciento de los estadounidenses dijo que se aplicaría la vacuna en cuanto estuviera disponible, en comparación con el 72 por ciento de mayo.
Evidentemente, es crucial que la población atendida por SOMOS —las comunidades marginadas de origen hispano y chino— tenga acceso a la vacuna. Esta población tiene un mayor riesgo de contagio que el resto de la población a causa del hacinamiento que caracteriza sus viviendas y de otros factores ambientales, así como a la mayor incidencia de enfermedades pre-existentes.
Por lo mismo, es alentador que uno de los “principios rectores” del Programa sea “la distribución equitativa y clínica”. Básicamente, esto significa: “que el enfoque de la distribución de la vacuna contra la COVID-19 en el Estado de Nueva York se basará exclusivamente en estándares clínicos y equitativos que prioricen el acceso a las personas con mayor riesgo de exposición, enfermedad y/o resultados deficientes, al margen de otros factores no relacionados, como la riqueza o el estatus social, que podrían conferir un tratamiento preferencial injustificado”.
Otro “principio rector” del Programa pareciera estar hecho a la medida del papel relevante que desempeña la red de médicos comunitarios de SOMOS y de su aparato publicitario vecinal, en cuanto la vacuna esté disponible: “asociación, coordinación y enlace público”. Ahí se lee: “el Gobierno del Estado de Nueva York reconoce que la coordinación con organizaciones locales y médicos comunitarios es esencial para garantizar la seguridad y la distribución y aplicación exitosa de la vacuna contra la COVID-19. Los esfuerzos estatales de enlace con la sociedad se enfocarán especialmente en contactar a las poblaciones de difícil acceso, a las más vulnerables, las menos accesibles y a las escépticas sobre la utilidad de la vacuna, así como a quienes corran mayores riesgos de contagio y que tengan resultados deficientes en el tratamiento clínico”. El enfoque del plan de enlace social del Programa ¡se basa en poblaciones de pacientes como los nuestros!
En relación a dicho plan de enlace, el Programa especifica: “Todos los esfuerzos destinados a la educación pública y al compromiso comunitario incluirán pasos capaces de lograr una eficaz conexión con las poblaciones de difícil acceso, con las más vulnerables y con las escépticas sobre la utilidad de la vacuna, y también incluirán aproximaciones de enlace dirigidas a las comunidades con mayor riesgo de contraer la COVID-19. El gobierno estatal de Nueva York trabajará estrechamente con socios a nivel estatal que puedan coadyuvar en el propósito de asegurar que todas las comunicaciones públicas se hagan de manera que garanticen que las personas con inequidades sanitarias estén representadas y, asimismo, capaces de asegurar que el acceso a la vacuna no sea una barrera para las comunidades marginadas”.
Además, el Programa será capaz de “coordinar estrechamente a las partes involucradas, los líderes sociales y las organizaciones comunitarias para proveer masivamente información sobre la distribución y administración de la vacuna en el Estado de Nueva York. Esto incluirá la participación comprometida de los interesados para vincular a representantes de organizaciones comunitarias que atiendan a poblaciones marginadas, de difícil acceso, vulnerables y escépticas sobre la utilidad de la vacuna, a fin de apoyar a las autoridades en el diseño de estrategias relativas a temas como enlace, comunicación y participación social”.
Estamos seguros de que SOMOS puede desempeñar un papel significativo en el Programa de Vacunación contra la COVID-19 del Estado de Nueva York, sobre todo mediante la promoción y la aplicación de la vacuna en las comunidades más vulnerables. ¡Esperemos que la vacuna esté disponible muy pronto!
sábado, 31 de octubre de 2020
Jerónimo, el hombre que inspira al Papa su pasión por la Biblia
El Obispo de Roma dedica una carta apostólica al amor por las Sagradas Escrituras del doctor de la Iglesia, traductor y difusor de los dos Testamentos.
Carta con la que, además de rendir tributo a la vida y obra de este gran ser humano y cristiano, el Papa reafirma la doctrina de la Iglesia Católica sobre la Sagrada Escritura, fuente primordial para la fe y la religión de todos los creyentes en Cristo, de los católicos y, además, para la experiencia y quehacer humano de todo hombre y mujer de buena voluntad.
La vida y obra de San Jerónimo, dice el Papa, como «incansable estudioso, traductor, exegeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura; fino intérprete de los textos bíblicos; ardiente y en ocasiones impetuoso defensor de la verdad cristiana; ascético y eremita intransigente, además de experto guía espiritual, en su generosidad y ternura», hacen que «hoy, mil seiscientos años después, su figura siga siendo de gran actualidad para nosotros, cristianos del siglo XXI«. Por todo lo cual, san Jerónimo, nos ha legado como herencia «una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita».
Para resaltar la excelencia, la oportunidad y necesidad de este documento pontificio, me permitiré subrayar – a continuación – siete ideas esenciales que corresponden a los siete apartados en los que está dividida la misma carta apostólica mencionada.
1CONSAGRADO A DIOS Y A LAS ESCRITURAS
En primer lugar, mirando y analizando los retratos que pintores importantes han hecho sobre San Jerónimo, el papa encuentra en ellos la repetición de dos rasgos que definen el perfil del santo como un hombre, en primer lugar, absolutamente consagrado a Dios (monje y penitente) y, en segundo lugar, como un estudioso, absoluta y rigurosamente dedicado al conocimiento de las Sagradas Escrituras.
2AMOR “APASIONADO” POR LA SAGRADA ESCRITURA
En segundo lugar, Francisco destaca el profundo amor de Jerónimo por la Sagrada Escritura que, según el modo de entender el Papa, es un amor apasionado semejante al que experimentaron, vivieron y transmitieron los grandes profetas, de la mejor tradición del Antiguo Testamento, por la Palabra de Dios.
3ESTUDIO RIGUROSO DE LA ESCRITURA
Respecto del estudio y conocimiento de la Sagrada Escritura, y animándonos a hacer a todos lo mismo, dice el Papa de Jerónimo que «la competencia en las lenguas en las que se transmitió la Palabra de Dios, el cuidadoso análisis y evaluación de los manuscritos, la investigación arqueológica precisa, además del conocimiento de la historia de la interpretación, en definitiva, todos los recursos metodológicos que estaban disponibles en su época histórica los supo utilizar armónica y sabiamente, para orientar hacia una comprensión correcta de la Escritura inspirada».
4DIVULGADOR DE LA ESCRITURA
En cuarto lugar, el Papa resalta en su Carta, el invaluable aporte que hizo el Santo de la Dalmacia Romana, al iniciar los trabajos de traducción de los textos bíblicos, del hebreo original al latín de la Europa de su tiempo; dando así, acceso a la lectura de las Sagradas Escrituras por el entero pueblo cristiano, por el «vulgo», de donde le viene a esta traducción de Jerónimo el nombre de ‘Vulgata‘.
Trabajo para el que – dice el papa – San Jerónimo «hizo un buen uso de sus conocimientos de griego y hebreo, así como de su sólida formación latina, y utilizó las herramientas filológicas que tenía a su disposición…. El resultado es un verdadero monumento que ha marcado la historia cultural de Occidente…».
De esta manera, continúa el Papa: «la Europa medieval aprendió a leer, orar y razonar en las páginas de la Biblia traducidas por Jerónimo», por lo que «la literatura, las artes e incluso el lenguaje popular se han inspirado constantemente en la versión jeronimiana de la Biblia, dejándonos tesoros de belleza y devoción».
5EVANGELIZAR CON LA BIBLIA
Pero además, y en quinto lugar, el Papa subraya el inmenso valor que tiene la vida y obra de Jerónimo – especialmente con la traducción de la Vulgata – para el trabajo evangelizador de la Iglesia en el mundo, si valoramos los aspectos positivos que tiene todo pueblo y su cultura para la vida de la entera humanidad y, por tanto, para la vida de la Iglesia; de tal manera que la Palabra de Dios pueda llegar a todos en sus propias formas culturales.
Porque «con su traducción, Jerónimo logró ‘inculturar’ la Biblia en la lengua y la cultura latina, y esta obra se convirtió en un paradigma permanente para la acción misionera de la Iglesia».
En efecto, «cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio». Por lo que «el trabajo de traducción de Jerónimo nos enseña que los valores y las formas positivas de cada cultura representan un enriquecimiento para toda la Iglesia».
6EN COMUNIÓN CON EL OBISPO DE ROMA
En relación con la vida y trabajo del santo hermeneuta y exegeta, el Papa subraya, además, la fuerte relación que siempre tuvo Jerónimo con Roma y, por ello, con la Cátedra de Pedro «incluso cuando la envidia y la incomprensión lo obligaron a abandonar la ciudad, siempre permaneció fuertemente vinculado a la cátedra de Pedro».
7AMAR LO QUE JERÓNIMO AMÓ
Y al final de la Carta, en séptimo lugar, el Papa nos lanza a todos, especialmente a los jóvenes, una invitación a amar, leer, conocer, entender y vivir lo que Jerónimo amó y vivió: la Palabra de Vida nueva y eterna, Palabra del Padre que es Cristo mismo. «Atrévanse a fijar la mirada en Jerónimo, ese joven inquieto que, como el personaje de la parábola de Jesús, vendió todo lo que tenía para comprar ‘la perla de gran valor’ (Mt 13,46). Y con las mismas palabras que Jerónimo solía repetir nos aconseja, nos exhorta el Papa: Lee muy a menudo las Divinas Escrituras, o mejor, nunca el texto sagrado se te caiga de las manos».
Con esta Carta, como dije al comienzo, el Papa Francisco – en sintonía con las grandes reformas hechas, en la Iglesia y para su misión en el mundo, por el Concilio Ecuménico Vaticano II, nos invita – una vez más – a volver a las fuentes, a beber y alimentar nuestra fe de la fuente primordial de la Revelación de Dios que es Jesús mismo – Verbo del Padre – y sus evangelios y poner en la centralidad de nuestra personal experiencia cristiana y en la vida de toda la Iglesia, de su ser y quehacer, las Sagradas Escrituras.
miércoles, 21 de octubre de 2020
¡HERMANOS TODOS: CONSTRUYAMOS LA ESPERANZA!
El pasado 3 de octubre de este año 2020, en la víspera de la fiesta de San Francisco de Asís y en el octavo año de su Pontificado, el Papa Francisco presentó a los fieles católicos del mundo entero y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, su tercera Carta Encíclica sobre LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL, titulada con la frase “Fratelli Tutti” (Hermanos todos), que tanto acostumbraba pronunciar el “Poverello” de Asís.
Con estas dos palabras, título de la Encíclica, Francisco el Papa, como Francisco el de Asís, reclaman desde el inicio mismo del documento “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”.(1)
Un documento que aunque, lógicamente, bebe de las fuentes del Evangelio de Jesucristo y en primera instancia tiene como primeros destinatarios a los fieles de la Iglesia Católica por él guiada, cobra importancia, de primer orden, dada la autoridad mundial de este líder espiritual, reconocida por todos y en todos los ámbitos de la humanidad y, además, por la cobertura universal que tienen todos los temas que en ella trata el Papa Francisco. Por ello dice él mismo: “Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad”.(6). Y Sin olvidar la coyuntura histórica y mundial de la pandemia que estamos padeciendo, Francisco cuenta que “cuando estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada la pandemia de Covid-19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos….(7)
De otra parte, es una Encíclica con la que Francisco deja totalmente claro y definido su pensamiento social y su cosmovisión: un mundo – en el que según la Buena Nueva que es Jesucristo, vivamos en fraternidad universal, con signos de amor fraterno, concretos y comprometidos, hasta las últimas consecuencias, como el Buen Samaritano del Evangelio, que es Jesús mismo.
Tal es el interés que este Documento Pontificio ha suscitado, que ya empieza a ser equiparado con Cartas Encíclicas tan importantes para el concierto de las Naciones como la Rerum Novarum de León XIII o la Populorum Progressio de Pablo VI. Es decir, empieza a ser catalogada entre los más importantes documentos pontificios con los que la Iglesia – Madre y maestra – con su doctrina social, inspirada siempre en los hechos y palabras del Nazareno, quiere servir e iluminar a la entera convivencia humana, a las instituciones sociales y al desarrollo de los pueblos y naciones.
Sobre el propósito de la Encíclica dice el mismo Francisco que “no pretende resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos (6). Porque, dice el Papa: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos».
Y, para ello, en ocho capítulos y doscientos ochenta y siete numerales, Francisco nos interpela sobre la realidad de cada ser humano y de la realidad local y mundial que hoy se experimenta como vivir en “LAS SOMBRAS DE UN MUNDO CERRADO” (Capítulo Primero). Es decir, analiza “algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal”(9), tales como los sueños de progreso y humanidad “que se rompen en pedazos”, conflictos – especialmente bélicos – miedos y pesimismo frente al futuro, la falta de “conciencia histórica” y de un proyecto universal para todos, el “descarte” mundial que se manifiesta especialmente en el empobrecimiento de grandes mayorías, violaciones a los derechos humanos, una globalización y progreso social que no alcanza ni beneficia a todos por igual, pandemias y otros grandes flagelos, la tragedia de los movimientos migratorios de grandes masas humanas, los problemas de las telecomunicaciones que deshumanizan, aíslan y crean soledad, falta de dialogo y encuentro personal en la verdad y la “agresividad sin pudor” del consumismo, etc.
Pero quizá la crítica más profunda de Francisco en esta Carta se la hace al sistema económico-político-social del Capitalismo Neoliberal y su sistema de mercado sobre el cual dice: “no resuelve todo…Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social”.
Pero, dice el Papa, que a pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar, quiere hacerse “eco de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien. La reciente pandemia nos permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la propia vida. Fuimos capaces de reconocer cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes…”(54)
Sombras que el Papa ilumina con la Parábola evangélica conocida como del “buen samaritano” sobre “UN EXTRAÑO EN EL CAMINO”(Capítulo Segundo). Parábola que nos pide “PENSAR Y GESTAR UN MUNDO ABIERTO”(Capítulo Tercero), con un “UN CORAZÓN ABIERTO AL MUNDO ENTERO” (Capítulo Cuarto) en el que el quehacer de “LA MEJOR POLÍTCA”(Capítulo Quinto), mediante el “DIÁLOGO Y AMISTAD SOCIAL”(Capítulo Sexto)nos lleve por “CAMINOS DE REENCUENTRO” (Capítulo Séptimo) en el que “LAS RELIGIONES (se pongan) AL SERVICIO DE LA FRATERNIDAD EN EL MUNDO” (Capítulo Octavo).
Y en el hermoso entretejido de la Encíclica, aparecen por aquí y por allá, otros temas recurrentes en el Magisterio de Francisco, tales como: el evangelio y su dinamismo universal del amor, que convoca el compromiso de todo hombre y mujer de buena voluntad, la relación entre lo local y lo universal, la necesidad de la “cultura del encuentro”, el destino común de los bienes y la promoción humana a través del trabajo, etc.
Si bien el Papa hace un retrato desesperanzador y desconsolador de la experiencia histórica y social del ser humano en el mundo actual, al final se abre y nos abre a la esperanza para todos, como el mayor desafío que tiene la humanidad hoy, que - según el Papa – como en la enseñanza del evangelio del carpintero de Nazaret - está en la construcción de un mundo fraterno, en el que pasemos del individualismo que se vive desde las altas esferas políticas hasta en el uso que damos a las redes sociales; individualismo que aísla, deja solos a millones y se olvida de “los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos.(2) a la construcción, de un “nosotros” en el amor universal, por el reconocimiento de que somos hermanos, con un destino común y en una misma casa y mesa, en la que podamos llamarnos, con verdad: “Fratelli tutti” (Hermanos todos).
Fratelli Tutti es, entonces y ante todo, una invitación al compromiso de todos, personas, pueblos, gobiernos y naciones, para construir la esperanza que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna»[52]. Caminemos en esperanza.
Bienvenida esta Encíclica que está llamada a convertirse en la hoja de ruta de nuestros tiempos, de la entera familia de naciones y que convoca el compromiso de todos, si queremos – como lo anhelamos – un mundo mejor para nuestro presente y para el futuro de las generaciones venideras. Es el mismo Papa el que nos invita a soñar: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (8). “Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta” (137).
domingo, 27 de septiembre de 2020
martes, 1 de septiembre de 2020
Rezar para Orar
domingo, 16 de agosto de 2020
El Vaticano nos convoca a impulsar una transformación ética y moral para enfrentar a la COVID-19
jueves, 23 de julio de 2020
domingo, 21 de junio de 2020
Por Una Única Raza
domingo, 10 de mayo de 2020
EL PRIMER PASO… Más allá de la Pandemia
Tímidamente, los humanos empezamos a asomarnos a las calles. Al parecer, van quedando atrás los más terribles días de miedo, tribulación, angustia y luto que nos dejó la pandemia por el coronavirus llamado covid 19. Cuando escribo este artículo, las cifras “oficiales” globales dan cuenta de casi tres millones y medio de contagiados, padeciendo en la más absoluta soledad, un millón de recuperados y casi doscientos cincuenta mil muertes en solitario, difuntos anónimos, sin dolientes ni pompas funerarias.
La humanidad entera vivió una situación inusitada e inédita de encierro, de retiro obligatorio, de confinamiento planetario, de cuarentena y asilamiento social como el remedio más efectivo para impedir el contagio, en prevención y cuidado de los dones inestimables de la salud y de la vida.
Esta, sin lugar a dudas, es la mayor crisis sanitaria de nuestro tiempo, que trastocó toda nuestra cotidianidad y “normalidad”, invirtió todas nuestras seguridades, certidumbres y costumbres, produjo la sospecha de los unos por los otros, sacudió nuestras ideas de solidaridad y fraternidad consistentes en estar-juntos, próximos los unos a los otros y produjo una – todavía – incalculable desaceleración económica mundial, manifestada – en primerísimo lugar, en una suma aterradora de desempleos.
Nadie duda que esta pandemia es un hito en la historia de la humanidad y un punto de inflexión para nuestra manera de vivir, de ser y estar en la tierra. Por eso, por estos días todos nos preguntamos cómo volver a lo que se llama ya la “nueva normalidad”. Y aunque la humanidad ha conocido anteriormente pestes y pandemias, ésta es la que nos correspondió vivir y sobre ésta quiero compartir aquí unas breves reflexiones que, siendo realistas, positivas y esperanzadoras, ojalá medien entre el exagerado optimismo de unos según el cual – pasada la pandemia – el mundo será “nuevo”, “otro” y radicalmente “distinto” al conocido, como si por arte de magia el virus nos convirtiera en mejores seres humanos y el pesimismo fatalista de otros que pregonan desastre, caos, hecatombe y muerte.
En primer lugar, permítanme resumir – además de las ya mencionadas arriba – otra de las evidencias y lecciones que nos deja la pandemia. De repente, descubrimos la inutilidad de las mil cosas que teníamos por importantes y la utilidad de las que valen de veras: una vida con sentido, con dirección, con valores… Porque la pandemia nos enfrenta a la realidad más real según la cual nada vale ni nada cuenta si no hay salud ni hay vida.
Por lo mismo, la pandemia nos enseña que no existen ni la economía ni ninguna otra área de la vida en sociedad sin la salud y la vida, como valores fundamentales de la existencia humana. Por lo mismo, también, la pandemia nos reveló de golpe y crudamente quién es quién en la sociedad. Quién es socialmente útil y quién inútil: porque hoy es más importante ser camillero de un hospital o domiciliario de un restaurante que jugador de futbol, estrella de cine o charlatán politiquero de pacotilla, a los que tanto culto y pleitesía rendimos… De repente, el personal sanitario y los profesionales científicos – a los que tan poco o ningún reconocimiento social damos - quedaron en la primera línea de la sociedad, en la lucha contra la pandemia
Aprendimos también sobre la condición planetaria y ecuménica de los seres humanos: que somos profunda y universalmente solidarios en el bien y en el mal. Que – literalmente – cuando alguien estornuda en china hay fiebre en el otro extremo de la tierra… Y que, por lo mismo, nada que interese a un ser humano puede dejar indiferente y ser ajeno al resto de la humanidad. Que como por estos días lo ha repetido el Papa Francisco “nadie se salva solo” y que todos compartimos la misma “casa común”.
Aprendimos que aunque la bondad y el altruismo no han desaparecido y se manifiestan por estos días en mil iniciativas de solidaridad con los más desprotegidos de la sociedad coexisten con formas de inconciencia, de egoísmo, corrupción y maldad manifestados por estos días especialmente en la no cooperación y cuidado para no contagiar a otros y en el robo de ayudas gubernamentales para los más pobres.
Políticamente hablando, si algo desnudó esta crisis sanitaria fue la insuficiencia e incapacidad de la tan publicitada “globalización” y de las instituciones gubernamentales para enfrentarla. Que un problema global ha pretendido ser resuelto con medidas locales. Quedaron, además, al
descubierto grandes fisuras y fallas estructurales en el seno de las sociedades. Fallas según las cuales las mil formas de inequidad y de injusticia estructurales no pueden continuar…
Nos percatamos también de una ausencia total de liderazgo mundial. Estados Unidos perdió la oportunidad de ejercerlo y los que soñábamos con un nuevo orden mundial multilateral, de golpe nos despertamos literalmente “desnortados”, sin norte, sin rumbo, desorientados…
Todo esto, con el peligro de que – con el pretexto de la pandemia – los abusadores en ciertos regímenes y gobiernos de turno se aprovechen de los miedos colectivos para atropellar y conculcar los derechos humanos, las libertades civiles e individuales alcanzadas, con - por ejemplo - estados de excepción, toques de queda, estados de emergencia para legislar, mayor intervención policial y militar para contener a la población en las calles, etc... Peligro que conduciría desgraciadamente a nuevas formas de autocracias, de autoritarismos, populismos, totalitarismos, dictaduras, proteccionismos, aislacionismos, nacionalismos y xenofobia, que atentarían contra formas de vida social en democracia ya conquistadas.
Curiosa y dolorosamente también, esta pandemia fue vivida con la ausencia del acompañamiento espiritual de las instituciones religiosas. En sociedades ya abiertamente ateas en las relaciones y estructuras sociales, a cada ser humano le ha tocado resolver solo – en su personal e íntimo confinamiento – las preguntas más angustiantes y fundamentales sobre el sentido de la vida y la proximidad de la muerte y el más allá…
Pero este no es el fin de la vida humana en la tierra y no puede ser tampoco el fin de la confianza, la solidaridad y la esperanza. Esta crisis ha de procurarnos a todos una nueva y distinta actitud frente a la vida y a los demás. Esta crisis puede significar una oportunidad para que los gobiernos del mundo apliquen nuevos paradigmas en todos los campos de la vida social: la familia, la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, los servicios públicos, etc… Esta inconmensurable crisis es una oportunidad sin igual para ajustar valores humanos y sociales, para enderezar la andadura… Ahora se trata no sólo de vencer el virus sino de vencer nuestras soberbias vanas y los fracasos humanos y globales puestos al descubierto por la pandemia.
Esta crisis nos urge a todos por nuevas formas de cooperación internacional y formas de solidaridad globalizada menos dañinas y más sanas para todos, para que seamos capaces de lidiar con presentes y futuras crisis tales como el hambre, las guerras, el cambio climático, etc… temas estos que involucran también a al entera familia humana.
De la pandemia aprendamos que es falsa la disyuntiva salud-economía. Que en adelante el bien público exige que la economía esté puesta al servicio de la salud de todos… De cómo resolvamos y gestionemos las lecciones que nos deja esta pandemia dependerá – en gran parte – el futuro próximo de la humanidad. El virus no acabara con la desigualdad económica, tampoco con la mala entraña de gobernantes y gobernados. El virus tampoco no obrará milagrosamente una mutación en el espíritu humano. Nos salvarán – en adelante – eso sí, la solidaridad fraterna, la igualdad de oportunidades, el trabajo honesto y la confianza – sin temores ni angustias - en nosotros mismos, en los demás y en nuestras instituciones.
¡Que llegue pronto la vacuna! ¡Que regrese la alegría de vivir! ¡Que la próxima pandemia sea la del amor solidario y fraterno! “Llevadera es la labor cuando entre todos compartimos la fatiga” decía Homero. Y “un viaje de mil millas comienza con el primer paso” dijo Lao-Tse. Pues… ¡Demos el primer paso…!