HACE JUSTO UN AÑO, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente el brote de la pandemia de la COVID-19. Desde entonces, los medios de comunicación han dado cuenta puntualmente de las aterradoras estadísticas al respecto: más de 2.5 millones de personas fallecidas en todo el mundo y más de 500,000 decesos tan solo en Estados Unidos.
Más allá de las cifras, ¿qué podemos decir sobre el panorama humano, o sea, acerca de la cuestión humanista de los múltiples fallecidos y de los millones de personas que resultaron afectadas por la pérdida de sus seres queridos? ¿y que hay sobre quienes sufrieron dificultades económicas a causa de las nuevas medidas y que diezmaron, inevitablemente, a un gran número de negocios? Acaso solo algunos recuerden sus nombres o puedan decirnos algo sobre sus luchas particulares. La mayoría de nosotros jamás supimos de ellos.
Para ayudar a remediar esta situación, America Media organizó el 12 de marzo de 2021 el evento virtual “Están en nuestras oraciones: un servicio virtual de oración para recordar y honrar a quienes han muerto a causa de la Covid-19”. Con este gesto, America Media, editor de la revista jesuita América, quiso homenajear la riqueza humana que ha perecido, abrumadoramente, en el anonimato, y, peor aún, sin reconocimiento alguno, hasta ahora.
Tal como lo comentó el padre jesuita Matt Malone —presidente y editor en jefe de America Media—, esa publicación, más que un medio de comunicación, “es un ministerio eclesiástico”. Como tal, ayudó a rendirles homenaje a los héroes anónimos que perdieron la vida a causa del coronavirus, dejando tras de sí una dolorosa e irreparable ausencia en sus familias, comunidades y centros laborales.
Este servicio reiteró que el peso de cada tragedia humana rebasa con mucho las estadísticas, pues, aunque estas pudiesen parecer dramáticas, no logran hacerle justicia al inmenso valor de los seres humanos que han sido arrasados por la pandemia. Esas cifras tampoco logran revelar en su justa dimensión el incalculable sufrimiento que deja el fallecimiento de las víctimas, es decir: el precio personal, profundamente humano, que subyace a la sombra de esos números. No bien así, es de esta manera como gran parte de la sociedad estadounidense ha decidido conmemorar el primer aniversario de la pandemia, es decir, ponderando las cifras y haciendo un recuento de los costos económicos, de las medidas aplicadas, etc.
Por muy importantes que sean esos datos, suponen al cabo un empobrecimiento del balance general de los estragos causados por la pandemia. El servicio virtual de oración de America Media fue, en este sentido, una auténtica expresión del humanismo cristiano, más aún: un reconocimiento y una celebración del misterio del sufrimiento de nuestras almas en este Valle de Lágrimas y de la infinita profundidad del espíritu humano.
No deja de ser lamentable atestiguar la creciente indiferencia de la sociedad ante las cosas más elevadas de la realidad, de cara a los valores trascendentes, como la poca atención y el mínimo reconocimiento que se ha brindado a la enfermedad, el dolor, el aislamiento, el abandono y la falta de compasión que han padecido tantas víctimas durante el curso de la pandemia.
Durante el homenaje que les rindió a las víctimas de la Covid-19, America Media se mostró decididamente incluyente al recordar: a los miembros de cada familia “quienes les obsequiaron a los enfermos su atención, conocimiento y apoyo con gran generosidad”; a los trabajadores de los sectores esenciales de la economía, quienes se sacrificaron para servir a los demás; a los maestros, “cuya dedicación para servir a los estudiantes y a sus comunidades escolares ha de formar a la siguiente generación que habrá de administrar los recursos vitales de la Tierra”; a los hombres y las mujeres consagrados al servicio de Dios, “quienes en su infinito anhelo de acercarse a Dios decidieron aplicarse a una absoluta disciplina de culto y de servicio generoso”; a nuestros amigos, “quienes, gracias a la amistad que compartimos con ellos, nos mostraron el rostro de Dios”; a los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo… “por todas las lecciones de desamparo que nos dieron… al haber sido ignorados, olvidados y expulsados de sus comunidades, incluso, por sus propios familiares”; a los hombres y las mujeres que han perdido su libertad… y cuya dignidad no pasa desapercibida jamás ante Dios; y a todos los que los auxiliaron pero que ya han muerto; y a “todos aquellos hermanos que yacen desconocidos y desvalorados y que han muerto, y a quienes no tienen quién los recuerde para tenerlos presentes en sus oraciones”.
En los distintos rubros de esta clasificación, los testigos —principalmente, familiares, amigos y colegas— presentaron mediante palabras e imágenes a las víctimas de la Covid-19, a quienes homenajeaban por haberlas amado y respetado en vida, y cuya pérdida los ha dejado en el desamparo. El Dr. Ramon Tallaj, fundador y presidente de la Junta Directiva de SOMOS Community Care, una red de 2,500 médicos independientes que atienden a las comunidades más marginadas de minorías étnicas de la Ciudad de Nueva York, rindió tributo a doce médicos de su organización que perdieron la vida en la primera línea de combate contra la pandemia.
El Dr. Tallaj resaltó la labor de los “médicos inmigrantes”, como él mismo lo es, por haber asumido la responsabilidad de cuidar a las personas de las comunidades más vulnerables de la Ciudad de Nueva York, sobre todo a los hispanos, quienes padecieron de manera desproporcionada los efectos más dañinos de la pandemia, en parte a causa de sus condiciones de vida, limitadas y estrechas, por lo cual los contagios se propagaron entre ellos exponencialmente. En efecto, más de 8,000 hispanos han muerto tan solo en Nueva York, muchos de los cuales permanecen anónimos e, incluso, olvidados. El servicio virtual “Están en nuestras oraciones” reconoció a muchos de los “carentes de nombre y de reclamación”.
Este servicio de oración debe servir como recordatorio e inspiración a las iglesias, mezquitas y sinagogas de todo el país en el propósito de rendirles tributo, sin falta cada año, a quienes han muerto a causa del coronavirus en sus respectivas comunidades. Lo mismo es válido para las corporaciones, universidades y otras grandes organizaciones. Para alcanzar una cabal y genuina recuperación de la pandemia, es imprescindible darle un rostro humano a las frías y gigantescas cifras y, asimismo, reconocer y celebrar la dignidad humana de cada una de las víctimas.
Mario J. Paredes, presidente ejecutivo de SOMOS Community Care, una red de 2,500 médicos independientes —en su mayoría proveedores de servicios primarios— que atienden a cerca de un millón de los pacientes más vulnerables del Medicaid de la Ciudad de Nueva York. Es miembro de la Junta de Directores de America Media.